Abstract

Como la anterior, esta obra se halla dividida en dos volúmenes, que aparecen en 1926. Obtiene el Premio nacional de literatura. Es la última novela larga de Pérez de Ayala. En ella se funden dos temas que ya habían sido tratados en otras ocasiones por el autor: el mito de don Juan y el concepto del honor conyugal entendido al modo calderoniano. Plantea asimismo un tema social importante: la situación de la mujer en España, que ya había sido abordado en Las novelas de Urbano y Simona. El protagonista, Juan Guerra Madrigal («Tigre Juan»), revela en sus mismos apellidos la esencial dualidad que lo conforma física y síquicamente. Es un extraño personaje colérico, de aspecto adusto y temible, pero de alma tierna. Su apariencia poco afable dificulta la expresión de sus sentimientos. Sobre él pesa un terrible secreto que pronto descubre el lector: mató a su mujer porque se creyó burlado. Desde entonces odia a las mujeres, destructoras de la honra masculina. Tiene una idea fija: hay que matarlas cuando engañan o desprecian. Tigre Juan cree que un hombre que se tiene por tal debe cumplir esta ley con el máximo rigor. Cuando lo conocemos, su vida, marcada por esta pasión malévola, se vuelca en su trabajo de curandero en el mercado de Pilares y en el amor a Colas, al que recogió de niño y es su única razón de existir. Se produce un nuevo choque de Tigre Juan con el sexo opuesto cuando el muchacho, que ha sido desdeñado por Herminia, se enrola en la guerra de Cuba. El protagonista está dispuesto a tomar venganza una vez más de la mujer ofensora, pero al conocerla se enamora de ella con una violencia inusitada. En la primera novela, Tigre Juan, queda ya planteada la situación que luego degenerará en conflicto. El tema del honor se funde con el donjuanismo ya que nuestro personaje sustenta la teoría de que el conquistador es un instrumento de venganza de los varones, gracias al cual las mujeres saldan con su dolor parte de la cuenta que tienen pendiente. En la novela este prototipo está representado por el feminoide y estéril Vespasiano, por quien el protagonista siente auténtica admiración. Ironías del destino, aquel que él considera como vengador suyo es quien está dispuesto a deshonrarle en cuanto se case con Herminia. En El curandero de su honra se celebra la boda. La joven consiente sin convicción, llena de temores y zozobras. No hay contacto entre ella y su marido. Agobiada e insatisfecha, huye con Vespasiano. Este ser egoísta y mezquino se ganará el desprecio de Herminia, que descubre entonces que ama a su marido. Vuelve a casa para recibir una muerte redentora. No se ha consumado el adulterio, pero las apariencias la acusan. En el desenlace de la novela se produce un giro radical en la conducta del protagonista. Él, que ha sido esclavo toda su vida del sentido del honor convencional, comprende al fin lo poco que cuenta la opinión ajena y que el verdadero honor reside en uno mismo. Hasta ahora ha sido infeliz por culpa de los prejuicios sociales. Éstos le indujeron a matar a su primera mujer, cuya inocencia descubrió muchos años más tarde. Al superar esas trabas, logrará la felicidad, culminada con el nacimiento de un hijo. Prorrumpe entonces en un canto jubiloso a la vida. El que fuera Tigre Juan ya no teme convertirse en Juan Cordero. Este hombre, capaz de un hondo sentimiento aunque torpe para el trato, es la contrafigura del don Juan (Vespasiano), que tiene las cualidades que a él le faltan, pero que está castrado para el amor. En un principio encarna el prototipo calderoniano, inflexible, para convertirse en su madurez en «el paradigma del varón perfecto: anti-Don Juan, anti-Otelo y anti-Calderón, dechado, en esos límites y por sus cualidades, de la excelencia masculina abstracta, tal como Ayala. guiado por el dictamen del doctor Marañón* la entiende» [Nora: Nec, I, 507]. Es una obra interesante, aunque a veces llegan a pesar demasiado los alambicados argumentos que esgrimen los personajes en sus diálogos, especialmente Tigre Juan. Como en otras obras de Ayala, lo simbólico tiene su contrapartida en las escenas costumbristas que nos traen la presencia viva del mundo asturiano. Ambas novelas han sido editadas, con sustanciosos prólogos, por Amorós (Ed. Castalia, Madrid, 1980) y Macklijf (Grant and Cutler, London, 1980). El juego de contrastes entre mito y antimito ha sido estudiado por Salgués de Cargill [MaTJ].