I
Hurtos del ocio os doy, pies numerosos
que de zuecos calcé engañando días,
bucólicos castigos amorosos,
que hoy lamentan al Sol auroras frías;
suspended los volúmenes gloriosos
al rudo son de la zampoñas mías,
mientras cuerdo escarmiento al mundo enseña
loco mancebo flor, y ninfa peña.
Fábula atrevo al soberano canto,
que (sagrado Anfión) lográis con tino
alternando al rumor del plectro santo
dulce a David, y a Salomón divino.
Vos en nuestra verdad profundo, cuanto
sáfico griego, hexámetro latino
materna voz premiad, que en la mentira
tal vez moral virtud cubierta admira.
Por hermano juzgad, coturno grave,
la que al Betis fié rústica avena,
Pólux partiendo al Cástor, que amar sabe
sabia inmortalidad de estudios llena,
si honra acredita, si provecho cabe,
el saco que habitáis, y en quien dios suena
renazca mi Narciso satisfecho,
pues medra en él por vos honra, y provecho.
Del verbo, For, Hermógenes deriva
fábula, donde en dulces locuciones
apócrifa al ingenio perspectiva,
soberanas encumbre admiraciones;
Alemón, en escuela primitiva,
veneración de Euclides y Platones,
investigó el principio, y torpe Jonia,
Milesia infama, fabula Alemonia.
Mendigado papel, ruda corteza
necesitó el ingenio a esta mentira,
y las obras burló a naturaleza,
pues en sus copias fábulas admira,
muda Filosofía es su agudeza,
simple apologizar a un dios aspira,
que en la transformación, y en la pintura
yace bañado el Sol de sombra oscura.
Reducida a materias diferentes
varios nombres concibe, pues se llama
apología, o moral; cuando prudentes
y racionales, la razón se infama:
cuando dioses describe omnipotentes,
genealógica voz el vulgo aclama,
mitológica invoca cuando entiende
que en sí secreto natural suspende.
Milesia, cuando vana, y sin provecho
burla la edad, los años escarmienta,
a quien culpa el apóstol, satisfecho
que la inútil lección, lascivia aumenta:
Crates y Albrico, que en su estudio an hecho
loca demostración, bárbara afrenta,
a Epicarmo y Fornuto den copiosas
milesias dulces, áspides en rosas.
Estas no mis trabajos acreditan,
turbe Apuleyo la razón con ellas,
que si milesias vicios solicitan,
mitológicas dan virtudes bellas:
toda academia fábulas habitan,
todo poeta especulando estrellas
sacros textos reposan, pues procura
mitológicos modos la Escritura.
Tal vez labios de dios son profecías,
Joás las califica, en la embajada
amenaza fatal, donde Amasías
fábula teme la verdad sagrada:
sabio Joatas inventa apologías,
y en la montaña al Sol tiranizada
los árboles convoca cuando elige
ojoso rey, que los gobierna y rige.
Sea fábula, pues, mudo conceto
de la verdad, por ella vestigable,
aviso en jeroglífico discretoSol,
anagrama en oráculo inefable:
no admito la que Jonia usó en Mileto,
la que en Atenas sí, Grecia admirable;
diamante flor lamento en fuente bella,
lisonja del cristal, que burla della.
Era estación del año el Cancro, y era
venganza de Anteón, el can mordido,
al mar precipitando la carrera
por abismos de fuego, que ha encendido,
la tosca piel, estrellas reverbera,
su anhelo es llama, rayo es su latido,
arde la edad, los árboles valientes
gotas sudan, de frutas diferentes.
Cuando libre marfil, oro animado,
mármol beldad, soberbia habita un día
el Cefiso, que en conchas elevado
divulgaba cristal, plata vivía,
verde gigante al Sol desmelenado,
rayos burlaba, sombras redimía,
logrando lecho a tálamo de amores,
mullidas hierbas, y flamantes flores.
Ninfa gentil Liriope, hija hermosa
de los que elemental, y esencia pura
partos de la materia prodigiosa
primero fueron Caos y sombra oscura;
divina vanidad a humana diosa
el lisonjero sitio le asegura,
y a la esmeralda fía el cuerpo bello,
sierpes de oro al cristal dando el cabello.
De fatigar venía en corvo turno
robusto monte, que le paría fieras,
cantando en las entrañas de Saturno
las de aliento mayor, las más ligeras:
de la prisión rescata del coturno
cristal, que hace el cristal limpias esferas,
donde el sitio, si amante ya lascivo
admira de los dos cual es el vivo.
Poderoso calor, lugar seguro,
del lince Sol apenas penetrado,
herido con temor de aliento puro,
pues respirando en él siempre ha templado
bordado pabellón de verde oscuro,
con racimos de plata alcarchofado,
su honestidad atreven, y aun a solas
el pie recata a las traviesas olas.
Desnuda ya, las hiedras desasidas
de los esposos olmos se juzgaban,
y a sus gentiles miembros traducidas,
inmortales abrazos fulminaban:
las parras amorosas y atrevidas
requiebros de jacintos le tiraban,
los árboles gemían, y las flores
le rendían espíritus olores.
Parleras avecillas mudas eran
hojas también, o fruta entre las hojas,
pues no trinan (temiendo que la alteran)
con arpadas gargantas, sus congojas:
los cristales riyéndose, la esperan
tiñendo labios clavellinas rojas,
y ella de mármol, o alabastro frío
ninfa parece, de quien corre el río.
Infunde al agua espíritus de fuego,
arde el terso cristal, y el dios anciano
del impensado incendio escapa luego,
fuego las ninfas repitiendo en vano;
sale abrasado, pero admira ciego
blanco calzado pie en la limpia mano,
Liriope le encoge, y él le bebe,
que en verle helado arder, piensa que es nieve.
Lisonjas de marfil hace turbada,
los virgíneos vestidos previniendo,
que argentado del fin el margen nada,
en mar de flores, óvalos haciendo:
Cefiso, al limpio pie mano engazada
valiente fía, y aunque lucha, huyendo
corre en todo lugar a su castigo
si en sí lleva el rigor y el enemigo.
La mano el dios mejora, y vergonzosa
con honestos afectos se retira,
desojando en cristal purpúrea rosa,
que por viril la sangre el robo mira:
no profanes Cefiso, honesta diosa,
que a impenetrables bosques se retira,
con perlas dice, y él por no perderlas
conchas hace los labios de las perlas.
Voces al viento carga en tierno lloro,
tal vez mintiendo Amor, tal vez ingrata,
ninfas invoca, aclama virgen coro,
mas ni halago, ni enojo la rescata:
mezcla al mar que al Sol tira, grifos de oro
el descompuesto dios ondas de plata,
y naufragante amor, en la fortuna
nada rayos del Sol y de la luna.
Ya le dice rigor y ya terneza,
ya cortés le reporta, y ya enojada,
medrando en todo efecto más belleza,
más alma en toda perla derramada:
él suspende y engaña la fiereza:
mas no con voz, con alma articulada,
y ella viendo que a agravio se remite,
prestándose a una hiedra, así repite.
“Hija de Tetis soy, y de Oceano,
origen de los dioses, de quien vienes
mendigado es tu imperio, deshumano
lágrima es suya la deidad que tienes,
fugitivas repúblicas, que en vano
en ciudades de flores entretienes,
vasallos suyos son, pues diligentes
corren, dando a sus pies lisas serpientes”.
“No causes que tu errante monarquía
dé ejércitos de vidro a otras riberas,
y estéril sin la limpia infantería
campos no asaltes, puebles primaveras,
seco lamentarás la ofensa mía,
si obras el mal, si el daño perseveras”.
Y él, vencido de amor, dice impaciente
(a desnuda beldad no hay dios valiente):
“Sabia reportación, santa cordura,
casto valor, glorioso sufrimiento,
aquí fuera defecto en tu hermosura,
o fuera acobardar mi atrevimiento:
mudos besos se da la selva oscura,
lascivo entre las flores bulle el viento,
los árboles se agobian a las flores,
que todo espira amor, muerto de amores”.
Dijo, y lazos de plata cerca al cuello;
ella por redimir la tiranía
anegada en el mar de su cabello,
cisne en estanques de oro parecía:
honesto manto excusa al cuerpo bello,
porque en víboras de oro la cubría,
aunque el viento sutil en cuerpo y pechos
átomos de marfil cernía a trechos.
Gemini así los dos dan signo a mayo,
donde el cabello Sol, travieso viento,
hebra a hebra retoza, y rayo a rayo,
si ya no pensamiento a pensamiento:
baña la ninfa pálido desmayo,
húrtase al corazón el movimiento,
y a los brazos del dios el peso fía,
que por la boca espíritus le envía.
“Oh Liriope”, dice, “no es vitoria
vencer dormido amor, que amor dormido
causa al torpe apetito infame gloria,
y en la infamia jamás gusto ha cabido:
despierta, en mí serás eterna historia,
que río amante soy, no río olvido;
vive mi alcázar donde (pues te adoro)
lechos reposes de esmeraldas i oro”.
Así enlazada vid el vidro quiebra,
que iluminando estrellas fugitivas,
orbes finge de plata, da culebra
por margen de clavel, roscas lascivas;
ya el solio pisa el dios, ya en él celebra
muerto, al huésped difunto, obsequias vivas,
y a talamo traslada peregrino
que ilustre consta de un diamante fino.
Un velo la codicia trasparente,
nube sutil, que eclipsa con decoro
joven dormida luz, que en blando oriente
infunde en cuerpos sombras, almas oro:
sus náyades convoca y diligente
sale a servilla soberano coro,
divinidad admira, y por el velo
juzga Aurora sin sol, ve un Sol de hielo.
Cobarde suspensión, si no ambiciosa,
tiranía inmortal, las ninfas baña,
que en sueño miran peregrina hermosa
y siempre fue mayor beldad extraña:
a las pálidas luces mariposa,
circulando su muerte el dios se engaña,
cuando un ay dulcemente repetido
precursor quiso ser del Sol dormido.
Rayos le restituye al cristal bello
a las mejillas día, Aurora al labio,
estrellas en las manos, al cabello,
que del rostro redimen el agravio,
del engaste se excusa el blanco cuello;
queda más necio el dios, y amor más sabio
pues saca, cuando él juzga que es decoro,
cuchillos de marfil de vainas de oro.
“¿Dónde estoy?”, dice el Sol, y él dice: “Donde
en Géminis se puso, en Cancro abrasa”.
“Falsa especulación”, ella responde,
“que anima en virgen hoy, y a Libra pasa"
como si en Sagitario amor le esconde,
y en Piscis muere”. “¿Qué es mi ardiente casa?”
León dice, “Es la mía, y su contrario,
y a los ojos traduce el signo Acuario”.
Cefiso recogiendo perlas puras,
que desperdicia en lecho trasparente,
tales repite a sí dulces locuras,
quejándose a la ninfa tiernamente:
“Ay Liriope”, dice, “si procuras
imposibles de amor, premia el presente;
agua encendida soy, tal fuego fraguas,
que infiernos de cristal haces las aguas”.
“Este alcázar que ves, monte es de fuego,
que al mar derrite cristalina llama,
cuantos peces condujo sin sosiego
granate ardiente son, rubí es su escama;
cometas gotas doy, incendios riego,
que en mí rayos de vidro el Sol derrama:
cuarto elemento soy, siendo el segundo,
mira ninfa por ti como está el mundo”.
“Los carbones que ves, perlas pacieron,
que en mi engañoso margen se abrasaron;
hoy esos olmos esmeraldas fueron,
ya topacios los ves, que al Sol burlaron:
ascuas abrasan ya flores que olieron,
llamas las hierbas son, que las pintaron;
fuego la tierra en limpios vidros bebe,
sola tú en tanto fuego eres de nieve”.
“Si tu beldad por pobre me desprecia,
tirano de cristal provincia rindo,
leyes de plata promulgando a Grecia,
y a Jonia espantos, cuya falda alindo:
de Olimpo pongo a la soberbia necia
escaleras de vidro, caigo el Pindo,
y el Parnaso tal vez, feroz gigante,
tales son mis coturnos de diamante”.
“Sin estas ninfas, y otras que descuelgan
de esas montañas feudos cristalinos,
hierbas y árboles cansan, flores huelgan
inmensas en alcázares divinos,
faunos toldos me dan, sátiros cuelgan
brocados verdegay, cuantos caminos
guija a guija paseo, y ola a ola
todos me estiman, tú me ofendes sola”.
“Si redimes mi fe, familias de oro
legislarás, serás la voz de cuantas
dísticos dulces, lamentar sonoro
carguen al viento en pesadumbres santas:
no atropello rigor, piedad adoro,
beldad venero, animo ingratas plantas,
amante soy, tirano ser podía,
mas donde hay puro amor, no hay tiranía”.
A los ojos trocó la voz doliente,
que en conceptos de lágrimas procura
declararle su amor más vivamente,
que es retórico el llanto en lengua pura:
almas lágrimas vierte, ella las siente,
culpa el desdén, bendice la hermosura,
y amante hiedra ya, la palma ingrata
sierpes de oro, y marfil hace en su plata.
Suspende a los abrazos celestiales
el curso el dios, las aguas lisonjeras
retrogradan en montes desiguales
pirámides, que forman más esferas
babilonias fabrican los cristales;
corriendo al sol, los vientos son riberas,
ya nadan las estrellas limpias olas,
burlando peces de argentadas colas.
El signo celestial, de fugitivos
huéspedes, su epiciclo ve habitado,
dora el Sol en las aguas signos vivos,
y anegando la luz, escapa a nado;
los que del centro espíritus esquivos
malicia no engañó, red no ha burlado
langostines de plata saltadores,
lamentando el cristal, destroncan flores.
Comisión de zafir, sin el tributo
despacha el mar, torciendo por marfiles
caminos naturales a pie enjuto,
sudando sal amargos alguaciles;
inundaron las olas, absoluto
soberano rigor, dando gentiles
asalto al dios, que unido a ninfa amante,
recuerda a provisiones de diamante.
A la faz venerable se desata
el suspenso cristal, que los zafiros
despedaza en coral, anega en plata,
y al mar se restituye en crespos giros,
dulces horas Cefiso no dilata,
redimiendo deseos y suspiros,
que colérico amor le da redonda
urna en que logre el bien, y en que se esconda.
Vulgo de ninfas divulgando agravios
dejan los dioses, círculos haciendo,
invidia celestial baña sus labios,
vivas divinidades deshaciendo:
Corene dice: “Afrenta en dioses sabios
es villana elección”, y proponiendo
el dino sentimiento en perlas bellas,
cuantas lagrimas llora aumenta estrellas.
“Casta ninfa gentil destas riberas,
efidriade soy, corriente y pura,
no profanada de robustas fieras,
ni turbia de ave, que se pule y cura:
capitán de mis plantas lisonjeras
un gigante peñasco me asegura,
que celoso del Sol que me pasea,
no le permite al año que me vea”.
“Si en las partes prosigo, labios rosas,
perlas dientes conciben, cristal bello,
mis mejillas compone siempre hermosas
átomos de oro arena, es mi cabello,
hierba esmeralda, niñas bulliciosas
encarcela en mis ojos, marfil cuello
gargantillas bellísimas desagua,
siempre mi aliento es flor, mi lengua es agua”.
Corta el discurso Iliside, culpando
la extranjera elección, la esposa bella
Lidipo la acompaña profanando
la que venera el Sol luciente estrella,
Trusila, y Ninfimelide, alternando
el descuido menor repiten della,
que a la invidia da amor pincel valiente,
y el celoso mas necio es elocuente.
Todas culpan el dios, todas infaman
profanada deidad, caduco intento,
logrando él solas perlas que derraman
en generosa copia, ciento a ciento:
por otra parte fístolas aclaman
en dulce voz, en regalado acento
de napeas, y dríades divinas,
animando las urnas cristalinas.
“Ven Himeneo santo en dulce coro
honra el tálamo”., dicen, “Tú, Himeneo,
y más que el Sol al mundo pluvias de oro
espíritus infunde en su deseo
postran humanidad, rinden decoro
al yugo dulce, al amoroso empleo,
los dioses los reciben amorosos,
que parabienes dan y son esposos”.
Fiestas prosiguen por familias bellas,
crece el aplauso, ilústranse los días,
duplicando bellísimas doncellas
con santa emulación siempre alegrías:
espíritu gentil asiste en ellas,
desvanécese el gusto en los porfías,
soberbia vanidad tarde se enmienda,
doméstico enemigo de la hacienda.
Cefiso así y Liriope habitaron
peregrino cristal, sudor nativo,
y en lazo generoso procrearon
en siempre viva flor ejemplo vivo:
hierba infundieron ser, lilio animaron,
loco a un desdén en guijas fugitivo
que cuando más galán festeja y mira,
haciendo burla de él, perlas le tira.
Lisonjero cristal, menuda arena,
tapete de oro y plata disponían,
las hierbas fluecos, que en serpiente amena
perfiles de esmeralda parecían:
en este, pues, virgíneo pueblo ordena
de ninfas que a la diosa concurrían
juegos establecer, mentir dolores
del deseado parto anunciadores.
El coro envaneció guirnalda hermosa,
y en lugar superior, que relevaba
oloroso cojín de acanto y rosa,
divina honestidad se reclinaba
grave Corina, a la suspensa diosa
(con cuerpo voz, que espíritu al Sol daba)
sentidos roba, acentos a la lira
las aguas entorpece, el aire admira.
Sirenas infundía en todo acento,
las aves que vagaban descuidadas
grave sueño prendió, y sin movimiento
en círculo sus pies buscan pesadas;
duermen también los árboles, y el viento
mueve en las hojas quejas mal formadas:
ronquidos pienso que eran los que hacía,
que sin darlo a entender también dormía.
Puso fin al encanto, y las riberas
cobraron los espíritus perdidos,
despertaron las aves lisonjeras
extrañando los sitios y los nidos:
las aguas desataron vidrieras,
los arboles dulcísimos gemidos,
la diosa vive, el coro se restaura,
y el viento respiró en las flores aura.
Sus gracias prosiguieron cuantas eran
lisonjas de la diosa soberana,
y luego honestos juegos consideran,
sabrosa suspensión, que el tiempo gana;
unas dicen que fábulas refieran,
nadando el rostro círculos de grana,
otras, guerras de amor piden que digan
y la diosa les manda que prosigan.
Al fin se resolvió que el juego fuese
honrar con premio la mayor mentira,
diciendo más verdad quien mas mintiese
juego que a la mujer menos admira:
¿qué mujer hay que amase y que quisiese
que no mienta si llora, y si suspira?
¿Qué mujer hombre vio lascivo o ciego
que no merezca el premio deste juego?
Divinidad mentira es su belleza,
mentira flor los años juveniles,
miente ingrato desdén, miente terneza,
y miente las palabras más sutiles,
mentira la formó naturaleza,
y mentira sus miembros son gentiles,
con mentira verdad, verdades mata,
y es mentira pensar que verdad trata.
¡Cuántas lágrimas bebe derramadas
mentido amor en vaso de oro puro!
¡Cuántas firmezas tiene acreditadas,
que en ausencia jamas logró seguro!
Bellas mentiras son también pintadas,
que verdades trasladan a lo escuro,
y al fin país valiente, donde admira
en fingido verdor verdad mentira.
Liriope promete un paño de oro,
donde matiza lisonjera aguja
al fugitivo dios, fingido toro,
que gigantes zafiros sobrepuja,
descompuesta beldad en tierno lloro;
a la espalda bellísima dibuja,
que temiendo el cristal hecho pedazos,
al estrellado cuello le da abrazos.
Codicia celestial las ninfas prende
por merecer dibujo de su mano,
y toda entre sí misma honrarle entiende:
en digno altar, en culto soberano
una Oreade hermosa lo pretende,
dando principio al apologio vano,
y así con blanda risa dice y miente,
mas si es mujer, propone lo que siente.
“En las alas que opuso un pensamiento
los mares margené, muré la tierra,
sus términos vi en paz, en paz vi el viento
paz vi en las aguas la perpetua guerra,
paz vi el lascivo, paz vi el avariento,
paz el monte intratable, paz la sierra,
paz vi la gente, paz la guerra admira”;
calló, y prosiguen todos: “Gran mentira”.
Otra dijo: “Yo vi premiado un sabio,
vi infamado de necio un poderoso,
un pobre vi sin queja, y sin agravio,
vi con gusto y sosiego un ambicioso,
vi un ignorante opuesto el dedo al labio,
con noble condición vi un invidioso,
y al fin vi hipocresía descompuesta;
y Liriope dice: “Buena es ésta”.
Otra dijo: “Dinero mal nacido
he visto yo, y sin él, noble estimado,
pagador pobre, contador perdido,
con sueldo, y con honor fuerte soldado,
lisonjero en palacios abatido,
virtuoso en sus cámaras honrado,
en hermosa ocasión prudencia fuerte,
y al fin hombre contento con su suerte”.
“Yo vi seguro honor en plaza y calle”,
otra prosigue, “en coro mal seguro
muda murmuración, lengua que calle
secreto que fió al silencio oscuro:
cierto valor en arrogante talle,
reportación en ánimo perjuro,
en ausencia firmeza verdadera,
y hombre que verdad trate, que bien quiera”.
Otra repite: “Cierta astrología
he visto yo, del cielo especulada,
cuerda siempre inmortal filosofía,
medicina sin barba acreditada:
con buena lengua altísima poesía,
en largo estudio química acertada,
abogacía que la ley entiende,
y con una se acusa, y se defiende”.
Otra prosigue así: “Yo vi marido
que fue el primero en lamentar su pena,
y cuerdo que en sí mismo ha reprehendido
mínima falta, sin culpar la ajena:
desbocado tahúr, que no ha mentido,
hombre desestimado en patria ajena,
en la propria virtud reverenciada
profeta ingenio, y ciencia acreditada”.
El discurso llegó a Milenie hermosa,
napea a una república de flores,
beldad desvanecida, casta diosa,
muerte de amor, jamás muerta de amores
divina locución, lengua jocosa,
gloria es de ninfas, risa es de pastores,
tan libre, y tan gentil, que burló pluma
de cisne dios, remando nieve espuma.
En orbes de coral perlas fulmina,
rayos de sol, si lagrimas del alba,
y virgen voz suspende peregrina,
que de cárcel de olor redime y salva:
aplauso elige, ilustre frente inclina,
que grave así a la diosa hace la salva,
y retórico dulce, en profecía
dice verdad, pensando que mentía:
“Liriope inmortal, ese que animas
conceto de tu amor imaginado,
que en tus entrañas nos retrata enimas,
hasta verle a los pechos trasladado:
si al hado riguroso te lastimas,
si a la pena te ofreces, si al cuidado,
en cándida mañana, en alba pura
llorará edad, malogrará hermosura”.
“Jardín cultivas, fertilizas mayo,
alimentas en flor mísero infante,
que al cielo envanecido rayo a rayo,
ha de fingir estrella de diamante:
fuente murmurará fatal desmayo
(risa del Sol) del agua será amante,
que bullendo en marfil ondas nativas,
dará a sus pies prisiones fugitivas”.
“Hierba animada en juventud hermosa
(o efecto riguroso) verá el día,
cuya adobada túnica olorosa
salpicará dorada argentería;
si Cefiso no es tierra, honesta diosa,
si es dios cristal, si es alma linfa fría,
como flor ha engendrado cristal fuera
imagen de su padre verdadera”.
“Lilio al fin parirás, flor malograda
en cuanta margen viste, olor espira,
de planta inadvertida destroncada,
cortada de áspid, que en cristal se mira”.
“Calla”, dice la diosa alborotada,
“que parece verdad sabia mentira,
no hagas jardín mi vientre en sombra oscura
ni flor hermosa mi sustancia pura”.
“Tan bien finges mentir, tan dulcemente
discurres lisonjera, y apacible,
que tu sirena voz cuando me miente
persuade verdad, loco imposible”;
la palabra cortó tan diligente
robusto parto, que ocurrió invencible,
que en sílabas deshecha por el viento
un átomo de voz dio a cada acento.
Medraron los dolores valentía,
soñado gusto tímida lamenta,
turbase la virgínea compañía,
y en silla hermosa de cristal la asienta,
nace la luz, aumenta día al día,
el Sol ríe dolor, burla tormenta,
y en brazos de las ninfas, perlas llora,
nuncios del bien, estrellas de la Aurora.
Infante hermoso ven, gracias declaran,
a besos le profanan sin decoro,
que a no oírle llorar, le imaginaran
estatua hermosa de alabastro y oro;
por el hijo la madre desamparan,
albricias pide al dios reciente lloro,
que ceñido de conchas y corales
sale tirando al Sol limpios cristales.
Traslada a las entrañas amoroso
pedazo celestial de sus entrañas,
y juzgándose padre venturoso,
da en cristalino amor muestras extrañas;
Liriope se enlaza al dulce esposo,
al margen se despueblan las montañas,
Cefiso hace mercedes y favores,
y el tierno infante flor envuelve en flores.
Fían la diosa a lecho de diamante,
donde pende cristal limpias cortinas,
y admirando beldad al tierno infante,
todas pagan lisonjas cristalinas:
ocupó multitud glorioso instante
de napeas y dríades divinas,
el vidro trasparente y voz gloriosa
al dios da parabién, vida a la esposa.
Enides cuidadosas, solicitan
al claro sucesor cunas sagradas,
quebrando alegres el cristal que habitan,
con limpias plantas de zafir calzadas:
las tres hijas de Temis acreditan
eternidad al niño, no engañadas,
pues ha de ser su juventud eterna
en malograda flor, en planta tierna.
Su nombre consultado, fue Narciso,
dulce en torpe cimiento, dicción griega,
anuncio claro, y precursor aviso,
de que hoy entorpecido cristal ruega,
con él quieren Liriope y Cefiso
devotos consultar prudencia ciega,
venerable Tiresias, que sin ojos,
ya oraculiza gustos, y ya enojos.
Era (merced de Júpiter) el sabio,
lengua del hado en cierto vaticinio,
pitonisa deidad, temisio agravio,
y a soberanas causas escrutinio;
futuros casos derivaba al labio,
mediase a su voz fatal designio,
santa adivinación al fin de cuanto
dudaba admiración, cubría espanto.
No a Dodona la gente frecuentaba,
ni consultaba a Amón en rubia arena,
no a Tellus en sus cuevas veneraba,
donde deifica voz confusa suena:
toda al grave varón comunicaba,
toda de él, suerte elige mala o buena,
cuyas siempre sentencias inefables
canas acreditaban venerables.
A este, pues, a quien dieron las serpientes
(asombro a la inmortal naturaleza)
premio a la paz en sexos diferentes,
viril esfuerzo y femenil belleza,
a imitación de peregrinas gentes,
que a su voz ocurrían, con grandeza
y soberano aplauso, su Narciso
presentaron Liriope, y Cefiso.
Este Tiresias, que en cristales ciño
(dice a voces el dios) y en quien el oro
entorpece marfil, afrenta armiño,
parto es del alma, espíritu es que adoro,
a su ocaso traslada oriente niño,
perlas medra su plata en blando lloro,
que excusando a la vista los agravios
beso a beso le mira con los labios.
Flaca mano discurre el vulto bello,
ya le mide la barba, ya la boca,
ya en las ondas la anega del cabello,
ya en los ojos, cristal en cristal toca,
ya a los pechos desciende por el cuello,
y especulando al fin distancia poca,
ojos los dedos hace en sus despojos,
que pide su hermosura tantos ojos.
Advocóle a las sienes venerables
y a la madre le paga, que le espera
rescatando razones admirables
en breve locución, en voz severa:
pregunta si vería investigables
años su hijo; si sino se viera,
dijo, y con graves pasos se desvía,
y la gente burló su profecía.
Cuanto vulgo de ninfas y pastores
las voces malogró, risa fue dellas,
los sátiros sin ciencia emuladores
ignorancia juzgaron no entendellas:
¡ay sol virtud que en noches detractores
gotas luces divulgas por estrellas!
¿Cuándo te aplaudirá cándido día
sin la tiniebla de ignorancia fría?
Cuando profeta venerable anciano
lamentables verdades autoriza,
oráculo condenan soberano
con desprecio mordaz, con torpe risa:
generosa virtud, poder tirano
jamás calificó, loco eterniza,
lisonja vil, caduca sombra vana,
perla que bebe el Sol a la mañana.
Religioso varón, Tiresias santo,
que a causa superior glorioso aspiras,
en ti reposa eternidad en tanto
que en sí, pálida flor, se ven mentiras,
sin ojos al dolor, sin vista al llanto
miras cierto placer, delicias miras
mientras Narciso flor las aguas mora,
y en ellas de sí mismo se enamora.
Pagando al viejo menosprecios tales
(premio a limpia verdad, que traducía)
por flores se retrujo a sus cristales
Cefiso, en sonorosa compañía:
dísticos le prestaban celestiales
al viento que quebrándolos corría,
y en sílabas, y en letras animadas
les volvía las voces duplicadas.
Crece el niño gentil, alma de cuanta
monarquía de vidro le obedece,
voz de la flor, aliento de la planta,
que herida de su pie, fragancia ofrece:
tanta es admiración, beldad es tanta,
cuanta ve juventud, cuanta edad crece,
y admirada, y confusa, su belleza
no se atreve a imitar naturaleza.
Tal vez que soñoliento el Sol nacía,
si animaba Narciso la ribera,
el giganteo paso suspendía,
viendo otro niño sol en verde esfera:
Narciso a su beldad cercos hacía,
que otro Narciso imaginaba que era,
y tal vez el rapaz reír le quiso,
pareciéndole él sol feo Narciso.
Todo espiraba amor, todo lascivo
lamentaba de amor, todo era amores,
el valle remedaba acento vivo,
el viento amaba en aura, hablaba en flores,
admitía cruel, pagaba esquivo
tormento vegetal, mudos favores,
que siempre proprio amor, que nieve pura
jamás a su hermosura halló hermosura.
Cuantas veces los padres le miraban,
tantos eran oprobios a Tiresias,
y en él: si no se viera, reparaban,
dando a la voz alegorías necias;
¡oh qué mal sacros hados veneraban,
Cefiso, tú que oráculos desprecias,
cuando la mente flor fuente parlera
que viviera dirás si no se viera!
Cuatro lustros, la edad más floreciente,
que espíritu vistió, en Narciso bello
engañaba marfil hermoso oriente,
y melenaba Sol rizo cabello,
ya belleza veloz, cultor valiente
de infatigables montes, conocello
pudo la juventud de otras riberas,
fiera divina, sinrazón de fieras.
Peregrina beldad, ya peregrina
desesperando va extranjeras flores,
que abrasado desdén celos camina
antípodas de amor, indios amores:
él, que a impensado caso se destina
dulces penas de amor cambia rigores,
y el proprio suyo así le desvanece,
que tal vez su beldad mal le parece.
Bañaba joven Sol márgenes bellas,
donde coros de ninfas amorosas
mendigando su amor, eran estrellas,
migajas de sus gracias generosas:
escarmiento es de sí, burla es de aquellas,
que deshojan jazmín en tirias rosas,
pues llorando de amor míseros fines,
lágrimas dan olor, perlas jazmines.
Tantas eran las ninfas que seguían
su alabastro desdén, que estando juntas
ejércitos de abriles parecían,
que asaltaban el Sol en verdes puntas:
todas dulces ternezas repetían,
todas eran amor de amor difuntas,
y más Eco, que todas, ninfa bella,
que aun siendo peña, vive eterno en ella.
Huye loca beldad, beldad divina,
gozarse quiere en sí por no gozarse,
que proprio amor así al pesar camina
sin dejarse lograr, por malograrse:
Eco a quien voz fatal a amalle inclina
montes fatiga, y cansa sin cansarse,
y el de propria beldad antojadizo
áspid de todas es, de sí Narciso.
II
Así libre tirano discurría
(si a nueva voz, si a pastoral concento
segunda vez de ruda apología,
religiosa hermandad os baña atento)
hielo solo de amor, de amor ardía,
cuanto tierra nadaba, araba viento,
que asadas en su fuego, a las riberas
aves paraba amor, trinchaba fieras.
Lascivo traje, al calador valiente
duplicaba beldad, era el calcado
armiña piel, a trechos breve oriente
en diluvios de perlas anegado,
la mitad de la pierna (trasparente
cristal) lazos prendían sin cuidado,
a la rodilla escapa lo distante
entre venas zafir, carne diamante.
La parte superior del muslo cubre
breve pañete recamado de oro,
y en bruñido cristal rayos descubre,
la que inferior le pierde al Sol decoro:
robado desperdicio a fértil ubre,
o plata derivada del Peloro,
que torrentes de perlas salpicaban,
los descubiertos miembros similaban.
Proporciona, gentil de riza tela
cota Turquía, pedazo de los cielos,
airoso talle, donde amor desvela
dormida libertad, despierta celos:
en trasparentes gasas encarcela
almas nieves hermosas, brazos hielos,
si del mar no lo son, en que se pierde
ya derrotado amor, a margen verde.
Estrellado tahelí zona es luciente,
de orbe en que pende el Sol rayo de acero,
que eclipsado tal vez, nube caliente,
tiñe la luz que fulminó primero,
de enlazado cordón marfil desmiente
dulce silvo Marcial, lamento fiero,
torcido cuerno que merece el labio,
menosprecio del Sol, de amor agravio.
Poderoso carcaj saetas prende,
(excusado rigor, necios antojos,
pues con punta beldad, almas ofende,
y con rayos cristal, matan sus ojos),
medio círculo luz, la mano pende
tiranía de amor, del Sol despojos,
arco donde los dedos son gentiles
puntas de fuego, amor flechas marfiles.
Manto pierde a los vientos, que se queja
si no de su rigor, de amor lascivo,
que al hombro celestial enlazar deja
en arrogante flor, menos esquivo:
alado monterón, que al Sol festeja
en montes de colores fugitivo,
tantas pintadas plumas le vestía,
que el pájaro Fenixio parecía.
Este, deidad cruel, libre hermosura
enemiga de sí, si de sí amada,
ya la selva penetra más oscura,
ya con pájaros flechas, vientos nada;
no en el centro halló piel, edad segura,
no pluma en las estrellas remontada,
porque matan tal vez sus puntas bellas,
pájaro Fénix, Sol, aves, estrellas.
El siervo vividor, de ilustre aliento,
tan veloz, que si al curso se abalanza
burla empinada flor, engaña viento,
y aun él mismo a sí mismo no se alcanza:
gigante Sol, pigmeo pensamiento
menosprecia tal vez, y tal vez cantea,
y a la robusta frente fugitiva
tala selvas de cuernos que cultiva.
Calidonio animal, que en marfil puro
rayos fulmina Júpiter cerdoso,
del juvenil ardor jamás seguro,
osó en paz habitar bosque fragoso:
el que guedejas peina, regio muro
en su cueva le iguala temeroso,
al doméstico pájaro arrogante,
que ciñe de coral vivo turbante.
A este, pues, intratable Sol humano,
siempre de ingrato aspecto en zona ardiente
coro de ninfas, que le sigue en vano
mintiendo muerte, halló en florido oriente:
mejilla celestial carga a la mano,
donde dedos de vidro trasparente
divulgan rayos, copas de amor ciego,
que brindan en cristal almas de fuego.
Escarmentar pudieran su locura,
redimiendo el desdén, que así las trata,
mas cobardes veneran hermosura,
viva túnica ilustre de alma ingrata,
blando sueño sus miedos asegura,
torciendo llegan círculos de plata,
la hierba apenas pisan, y hace el dedo
sellando el labio, al viento que esté quedo.
Lentos pasos alternan temerosas,
y cuantos pies imprimen recatadas,
tantas describe el valle, estampas rosas
de su virgen vergüenza, matizadas
esferas forman al mancebo, hermosas,
en lisonjeras bandas dilatadas,
y él, en pálido sueño en medio dellas
oceano de luz salpica estrellas.
Eco menos se acerca, que más ama,
condenando bizarro atrevimiento,
que cuando más gigante, más se infama
cobarde amor, en todo movimiento,
con blando acento las divierte y llama,
mendigando a su voz último acento,
pues diciendo, oh beldad omnipotente,
el coro virginal replica, tente.
Reclinada deidad en hierba verde,
de rodillas veneran atrevidas,
unas ganan el ámbar que amor pierde,
otras en su coral pierden las vidas:
excusan recordalle, y que recuerde
Eco desea, en voces no entendidas,
y para castigar celos que cobra
se ayuda del acento que les sobra:
“Tirana ingratitud, presa os tenemos”,
con voz articulada apenas dicen,
“Piedad, que al blando sueño le debemos
que auras logran en flores, que no pisen
si apacible, dormida, os merecemos,
y despierta hay lisonjas que os avisen,
con que al halago os redimís valiente,
no os traduzcáis del sueño eternamente”.
Menos mal es gozar imagen muerta,
que intratable seguir viento con vida,
que allí el amor se goza sombra incierta,
y aquí se logra y ve beldad dormida:
del riguroso empeño el Sol despierta,
y en los labios su voz quedó partida,
y tal hielo el espanto infunde en ellas,
que parecen, sin alma, estatuas bellas.
La hermosura gentil alborotada,
blando sueño sacude generosa,
y hallándose de estrellas salteada,
da favor al jazmín púrpura rosa:
la virgen compañía, en piedra helada
muralla de beldad hace amorosa,
porque así quiere amor tener segura
la gloriosa ciudad de la hermosura.
Restituye veloz el cuerpo bello
del lecho verde, tálamo de amores,
donde engañaba en rizos el cabello,
víboras de oro, que destroncan flores:
prueba blanda piedad a detenello,
mas halagos de amor paga rigores,
que por fina esmeralda fugitivo
ven alado marfil, ven cristal vivo.
“Áspid tropieces”, dice en voz doliente,
más retórico amor, pena más sabia,
efidriade hermosa, que en luciente
paso, bulle cristal, marfil agravia:
en sonorosos círculos desmiente
sordas quejas de amor, celosa rabia,
y en razones que el Sol baja a entenderlas
por la boca de plata arroja perlas.
“Dulce”, Nítida dice, “ingrato cuanto
margen traslade el pie, serpiente vea,
vida al clavel, espíritu al acanto,
donde no halles jamás virgen napea:
tu arrogante beldad, pálido espanto
ella en sí misma de sí misma sea,
y en robusto pesar, eternas horas
al paso te aborrezcas, que te adoras”.
Lirene, lamentándose, divina
tales repite así dulces querellas,
al que ingrato desdén flores camina
riendo casto amor, burlando estrellas:
ingratitud hermosa, peregrina
soberbia, sin razón de ninfas bellas
mentira juventud, belleza necia,
que mujeres bellísimas desprecia:
“Si, deidad celestial, comunicada
de su virtud, en causas inferiores
hace, puras esencias, sombra y nada,
bellos partos de amor, muerta de amores
si esa lámpara dios, luz animada
amante, informa espíritu a las flores,
y todo es puro amor, de amor nacido,
¿cómo tú eres desdén? ¿Cómo tú olvido?”
“Ese que ves fortísimo gigante,
engreído peñasco a las estrellas,
monstro animado es, peña es amante,
pues besos da tal vez a alguna dellas,
y estos, que de esmeralda, y de diamante
ciernen al aire tembladeras bellas
tornasolados álamos frondosos,
también vides enlazan amorosos.”
“Lazos, aunque en discorde simpatía,
almas de amor se dan los elementos,
los orbes son de amor dulce armonía,
y eterno y puro amor, sus movimientos;
todo concibe amor, todo amor cría
tiranías de amor, viven contentos
los que fueran sin él, materia impura
solo tú sin amor, mientes criatura.”
Diciendo, bella Orcade fatiga
con vientos pies, pelada frente al monte,
donde sagrado dios en paz amiga
espíritus dilata a su horizonte:
en sí venga desdén, en sí castiga
entrañas que forjó cíclope bronte,
pues despeñada de arrogante alteza
átomos hace el Sol de su belleza.
Cuantas partes el cuerpo palpitante
pagó a las peñas, tantas repitieron,
ingrata juventud, alma diamante,
voces que al vago viento se perdieron:
así precipitada ninfa amante
en los cristales del Cefiso vieron,
y así de fugitivo menosprecio,
rubís lamentarán, castigo necio.
Las que a Lirene en coro acompañaron
(también ardiente amor, también locura)
no al lamentable caso escarmentaron,
antes ciegas nadaron selva oscura,
dulce amor, dulce pena lamentaron,
malograda en su abril flor hermosura
diciendo: “¿Dónde estás alma diamante?”
Y Eco sin voz repite solo “Amante”.
Lenguas le pide a Amor, que es ansia fuerte,
flaco pecho oprimir valiente pena,
alma en la voz sin alma, el labio vierte
mas el último acento el viento suena:
fiero morir de amor, tirana muerte,
que desbocando el mal, la boca enfrena,
que es menos padecello y resistillo,
que querello decir y no decillo.
Prueba voces al viento y torpe el viento
le responde la sílaba postrera;
¿quién penó tal rigor? ¿Quién tal tormento,
que así no pueda hablar y que hablar quiera?
Tristes ayes le dan último acento,
que ninfa desperdicia a la ribera,
y con ella logrando algunos dellos
ayes pierde también por labios bellos.
¡Oh sinrazón de amor! ¡Oh lamentable
riguroso penar! ¿Gloria homicida
inmortal hay quien sienta? ¿Y no hay quien hable?
¿Cuándo muerte es callar y hablar es vida?
Reduce a sí la ninfa miserable
infiernos inmortales y atrevida
ciega en su ardor dos veces morir quiere,
pues muere de callar y de amar muere.
Encarcela el pesar, prende el agravio,
Babilonia de amor, confeso pecho,
y cuanto el sufrimiento es fuerte y sabio,
tanto mayor la causa en él se ha hecho:
llega en entera voz amor al labio,
mas de él sale partículas deshecho,
y cuando el grave maldecir pretende,
en vanidad de acentos no se entiende.
Repórtase así más, y más se aumenta,
que en prolijo callar mayor se cría,
todo lo elige en fin, todo lo intenta,
y tanto crece el mal, cuanto porfía:
en líquidos aljófares le cuenta
retórica de amor, corriente fría,
palabras perlas da no articuladas,
pues ya del corazón salen quebradas.
Las que llorar la ven, la razón piden,
mas, sin poderla dar, aumenta el llanto,
y cuanto, religiosas, se lo impiden,
tanto le hacen mayor, le aumentan tanto:
voz, espíritus, lágrimas dividen,
no entendida jamás de humano encanto,
sueño, divinidad, juventud loca,
caduca la mejor, la mayor poca.
Prueba olvidar y anima la memoria,
letargos piensa hallar, logra desvelos,
dulces guerras de amor, donde es vitoria
cautiverio mayor, que dan los cielos,
libertad tirania, infierno gloria,
favor desdén, bien mal, placeres celos,
y ninfa que así calla, y así pena
flaca mujer, para peñasco es buena.
Tiempo perdió su voz acento alguno,
Júpiter causa dio a silencios tales,
callando permisión a ingrata Juno,
ira fatal de celos infernales:
con no visto rigor en dios alguno
alma robó a sus vírgenes corales,
civil castigo en venerable diosa,
si ya no ley, que ejecutó celosa.
Voz le desvaneció, callóle aliento,
y ella, porque de amor milagro ha sido,
vida en su boca da a postrero acento,
que de ajena garganta ve perdido:
en tristes valles órgano es del viento,
oráculo es incierto repetido,
penas sobradas busca de amor llenas,
para dar a entender sobradas penas.
Decoro virginal pierde vencida,
a santa honestidad, de amor valiente,
y a los brazos la lengua traducida,
con ellos decir quiere, el mal que siente:
obras hace palabras, y atrevida
sombra es del cuerpo sol, en mozo oriente,
y en los bosques hurtada a sus rigores
aura a las plantas da, alma a las flores.
Esta monstro de amor, esta hermosura
sin animada voz, atrevimiento
del pincel celestial, viva pintura,
que habla sin él, y calla con aliento:
mintiéndose una tarde a selva oscura
en Narciso moría, que contento
de sí mismo sin él, de amor perdido,
daba voces al aire envanecido.
Decía: “¿Quién gentil, quién joven bello
a Narciso igualó? ¿Quién Sol opuso
almas de luz al oro del cabello,
que de rayos le ilustran circunfuso?
¿Quién nevado obelisco al limpio cuello,
coluna celestial que amor dispuso?
¿Quién abril juventud atrevió rosa,
a su cándida siempre Aurora hermosa?”
Así dice a la ninfa, aunque imagina,
que en muda soledad no hay quien le vea,
selva donde del Sol ojo termina
jamas luciente luz, flamante idea:
“Yo soy humanidad solo divina,
beldad mortal con quien la eterna es fea;
si voz a vientos doy, si planta a flores,
saetas son de amor, rayos amores.”
“Virgen vulgo, clausuras trasparentes
linces son de mi luz ninfas hermosas,
que en dulce lamentar de amor dolientes
voces pierden al aire sonorosas:
halagos de cristal, río a las fuentes,
requiebros de coral, burlo a las rosas,
todo inflama mi amor, mas de él inflama”;
Eco en confusa voz repitió “ama”.
Suspendióse gentil al breve acento
en labios esmeraldas repetido,
y pensando que amante le habla el viento,
desdén divino soy, ha respondido:
“¿Qué pides vana voz? ¿Parlero aliento?
Si yo bárbaro amor impido”, “Pido”
ella repite; y él: “Dios que se esconde,
¿qué si soy impiedad?” “Piedad”, responde.
“¿Quién está aquí?”, mancebo generoso
suspenso replicó, y su voz aclama
pronunciando. “Está aquí el clavel hermoso,
que de sobrado acento le derrama”;
“¿Quién ama?”, dice el joven, y amoroso
concento, luego repitió, “Quien ama”;
“¿Eres dios o eres ninfa?” “Ninfa”, dice,
porque el libre desdén se atemorice.
“¿Dónde estás ninfa?, ven”, dijo a la selva;
y Eco repite “Ven”, de amor perdida
pidiendo más acentos, que le vuelva,
y en todos fuego amor, ardiente vida:
“Llega”, dicen a un tiempo, amor revuelva
república de plantas en sí unida,
porque sin muda paz vea el mancebo
en sombrío verdor luciente Febo.
Admira la razón no diferente,
de la que él mismo anima a la ribera,
“Y juntémonos”, dice, voz que siente,
repetirse en los valles lisonjera;
y fulminando ramas, diligente
Eco, siguió el acento tan ligera,
que a un tiempo vio el mancebo repetidos
una en los brazos y otro en los oídos.
“Voz animada que a Narciso quieres”,
dijo viéndose en brazos virginales,
“si no mientes al Sol, si no prefieres
divinidad, las causas celestiales,
poderosa beldad, ninfas mujeres,
joven eternidad, diosas mortales,
atreven profanar; no prendas necia
cárcel que prende amor, que al Sol desprecia.
Palma beldad así, roble hermosura
del tronco sacudió cristales, ramas,
y en limpios orbes de fragancia pura
con fugitivos pies conspira llamas:
cóbrase de la ninfa en selva oscura,
(signo que estrella el Sol luces escamas)
pez intratable, que hace en caracoles
por las aguas fingidos tornasoles.
Quejas prueba a formar ninfa corrida,
más loca vanidad pierde su aliento,
voz advierte mortal, a quien voz pida
en última razón, en mudo acento
mover quisiera mocedad florida
a amorosa piedad, sordo lamento,
mas todo es Eco ya, muda a su pena,
tórtola amarga, dulce Filomena.
Triste formando voces cristalinas
(elegante orador) a Amor suspende,
aunque tal vez juzgándolas divinas,
pronunciación aljófares ofende;
palabras perlas, vierte peregrinas
celebradas del Sol, que las entiende,
cuantas sílabas da, son almas bellas,
que a esencias se destila la alma en ellas:
“¿Quién despreció infernal mísera amante
penó jamás? ¿Quién virgen? ¿Quién estrella
bañó rayos en pena semejante
vana gentilidad burlando della?
¿Quién, divina beldad, lloró arrogante
desdén mortal? ¿Quién, ninfa hermosa y bella,
a mancebo enlazado en selva oscura,
ocasión malogró, lloró hermosura?”
“Y tú, vana deidad, beldad, mentira,
que desprecias terneza soberana,
mármol joven ardor, que en sierpe mira,
travieso amor en cándida mañana:
reportada soberbia, que no admira
humildad celestial, Sol forma humana,
y al fin sombra varón, juventud ciega,
que huyes en soledad mujer, que ruega.”
“Si espíritu es de amor toda criatura,
si es materia de amor todo viviente,
si árbol espira amor, si piedra dura
animada de amor, de amor se siente,
si todo al fin amor, amor procura,
mal nacido de amor, ser, que amor miente,
vive sin él en ti, pues deste modo
niegas a amor, que espíritu es de todo.”
Eco, cuya beldad, ninfa parlera
en cristalino pecho le advertía,
porque a loco desdén venganza fuera,
en fingido cristal al mar corría:
veneraba su imagen la ribera,
que Sol entre las aguas parecía,
y la fuente a sus rayos precursora
en corrientes de luz serpiente Aurora.
Beldad corriente va, en estatuas bellas
lucientes vidros son, Eco animada
torrente celestial discurre dellas,
Eco en todo viril corre estampada:
la que bruñe marfil fuente es de estrellas
de Sol, que eclipsa soles derivada,
cuantas olas al fin argentan rosas,
tantas llevan al mar Ecos hermosas.
Viendo en las aguas líquida belleza
de loca ingratitud, necia, y corrida
en sí, quiere admirar naturaleza
a prodigioso espanto traducida;
muda lamentación, mental terneza,
con espíritu lengua, no entendida,
dulcemente repite, cuyo acento
organizaba voz entendimiento.
Afrentada deidad, hurta esmeralda,
selvas penetra en sacros laberintos,
robusto monte elige, cuya falda
osada atreve al Sol monstros distintos:
y donde ya obelisco, o ya guirnalda,
vides perdían lágrimas jacintos,
mal peinada melena de arrogantes,
espíritus verdor, olmos gigantes.
Cuaja cristales pies, sin más adorno,
que las venas zafir, y a horrenda gruta
(cuya boca angular visten en torno
paramentos que dan, nácares fruta
si es un desdén estío, si es bochorno
menosprecio infernal) beldad, permuta,
donde templar pretende en llanto tierno
ardiente sin razón, rigor infierno.
Confusa soledad, muda clausura,
vocaciones son ya, de ninfa hermosa,
tumba elige en fatal bóveda oscura,
sino pira, al incendio mariposa:
malogra infante edad, pierde hermosura,
envanece azucena, mustia rosa,
que ya sangre coral, ya carne nieve
en simiente color, en sí se embebe.
Lo que nácar en vidro trasparente
remedaba deidad, lo que decoro,
en alta admiración fingía Oriente,
ya es suerte lamentar, ya es tierno lloro;
áspero es el marfil, calva es la frente,
monte de pedernal, montaña de oro,
peña es viva facción, ojos son quiebras,
que abortan de cristal tersas culebras.
Divina guarnición gastó la pena,
beldad se desató de ñudo fuerte,
calzan jazmines pies, zuecos arena,
y peñasco inmortal, ya es viva muerte:
solo guarda la voz, que herida suena,
solo cría las lágrimas, que vierte,
que así monte robusto, que así risco
a espíritu inmortal es obelisco.
Miembros son a los ojos formidables,
los que igual proporción a ninfa hicieron,
ya provocan a horror partes amables
(tanto desdenes bárbaros pudieron)
o ejemplo, a ingratitud, o lamentables
objetos del rigor que vida os dieron,
o ninfa eternidad, que nos enseña
en siempre vivo amor, paciencia peña.
Águila parda al Sol inaccesible
propagarás la frente vividora,
ya infierno a ardiente virgen, ya apacible
tálamo luminoso, a blanca aurora;
ya teatro de flores, a invisible
toro, que en verde abril jardines mora,
ya a cristalino pez, estanque de oro,
ya a decrépita edad cisne canoro.
Santa inmortalidad tendrás unida
a tu espíritu voz, peña tormento
de amor, contrastarás, beldad mentida
serás de vanidades escarmiento:
ingrata juventud verás sin vida
pálida flor al sol, trémula al viento,
tan poco celestial, tan poco eterna,
que será su vejez su infancia tierna.
Divulgóse el dolor, concurrió Grecia
al impensado espanto, y ninfa admira,
que en soberbia gigante, el Sol desprecia,
y en loca vanidad los valles mira;
llóranla sin beldad, ríenla necia,
verdad la buscan, hallan la mentira,
Eco, vocean, ven peñasco hueco,
y ella en quebrada voz dice que es Eco.
“Estos eran los pies”, uno decía,
“que peñas se dilatan ya en serpientes”;
otros: “Estos los pechos nieve fría,
infiernos, pedernal agora ardientes”;
“espíritu gentil estos vivía
miembros, aun palpitantes aun calientes”,
otro dice, “esta túnica montaña
envanece deidad, beldad engaña”.
Inclinando la ninfa la cabeza,
estrellas sacudiendo de su cumbre,
desdén lloró infernal, gimió terneza,
en vivo ardor, en lágrimas de lumbre:
el viento rechinó, eminente alteza,
la tierra estremeció la pesadumbre,
escuadrón virginal abrazar quiso,
que a voces se lamenta de Narciso.
¡Oh joven sin razón, oh ardor anciano,
oh decrépita edad, edad luciente,
oro verdor abril, invierno cano,
que mintiendo deidad, amores miente:
rigor fatal, castigo soberano,
tus fugitivos años escarmiente,
y vengando peñasco ninfa bella,
siempre adores cristal, que penda della.
Cargan votos piadosos, voces santas
al viento, que en la ninfa las repite,
sacrificios olor, rinden las plantas,
que en altar esmeralda se derrite:
al lamentable caso asisten cuantas
provoca su amistad, su amor permite,
todas peña la envidian, pues desdeña
ya mancebo desdén, anciana peña.
“Si el sentir es morir, y piedra dura
atropellas rigor, vences tormento,
menosprecio de amor, vives segura,
y del tiempo objeción, das escarmiento
tu fealdad veneramos hermosura,
muda razón, peñasco entendimiento;
dichosa tú, que risa de las gentes
ninfa tienes amor, y peña sientes.”
Dijo honesta deidad, y generosa
discurrió fugitivo paraíso,
y por lilio amatiste, en nácar rosa,
vanidades de ninfas dio al Cefiso;
en carro de cristal triunfando hermosa
temen ingratitud, hallan Narciso,
a quien vence crüel, y feroz ata
(bárbara ostentación) grifos de plata.
Náyades le seguían cristalinas
(loca gentilidad, torpe decoro)
cuyos miembros profanan peregrinas
trasparentes no más túnicas de oro:
remolcaban las aguas clavellinas,
en quien cuajan tal vez perlas, tesoro,
y tanto (deidad loca) se envanece,
que el ajeno cristal suyo parece.
Tranquilo así regía joven bello
prestada autoridad del padre, cuando
los monstros sacudiendo el vidro al cuello
garzas, se van al mar precipitando;
el carro se trastorna, detenello
ciego procura, aljófares nadando,
auriga sin gobierno incendios fragua,
que hay, si en fuego Faetón, Narciso en agua.
Crecen al Sol esferas desiguales,
pierde la majestad, las riendas pierde,
ejércitos conspiran los cristales,
porque admire poder, espanto acuerde;
escapa los castigos celestiales,
derrotada crueldad a margen verde,
donde rayos con Sol, ninfas con paños
favorecen su edad, logran sus años.
Ministran su vivir cuantas él mata,
néctar le sirve quien, quien ambrosía,
quien de pomos de vidro, quien de plata,
bebe divino olor, que le rocía:
cobra perdida luz, beldad ingrata,
rosa se tiñe ya, mosqueta fría,
rebelado cristal teme, que en carro
soberano quebró, domó bizarro.
Dice a voces: “Rebelde imperio mío,
si a mi padre sucedo trasparente,
¿qué gigantes fingís de cristal frío?
Siendo lágrima apenas de una fuente;
¿Cefiso no es mi padre? ¿No es dios río?
Ley celestial república corriente,
¿no reputáis su voz? Rey, ¿no os enfrena
con flaca guarnición de poca arena?”
“De su materia líquida engendrado,
¿no soy hijo también de ninfa hermosa?
¿Cristal no soy? ¿No soy vidro animado?
¿Penetrable jazmín, fragante rosa?
¿No soy clara sustancia? ¿No traslado
en mí, pura entidad de ninfa diosa?
¿Pues cómo repudiáis antojadizo
legítimo señor, joven Narciso?”
“Yo, rebelde ciudad, yo monarquía
inconstante, os pondré cárceles de oro,
cuanta conduce abril infantería
presidio en vos será, corriente poro;
luminosa virtud, alma sol, día
transmigrará a otro reino limpio lloro,
y estériles sin él, provincias solas,
lamentaréis humor, lloraréis olas.”
Prosiguiera el pesar, si no impidiera
halago virginal, juventud loca,
que de su boca ya rigor no espera,
dichoso amor, sí, espera de su boca:
mas como si entre olor áspides viera,
muestra a mucha piedad, clemencia poca
y por el valle ingrato ninficida
cuantas vida le dan, deja sin vida.
Flores tronchan tras él, pasos eleva,
viento siguen beldad, voz pensamiento,
plumas viste el desdén, garrotas lleva,
penacho fugitivo burla viento:
así arrogante abril, ilustró cueva,
que a virgen peña da animado acento,
y así en ella enlazar piedad procura,
entendiendo que abraza peña dura.
Peñasco mudo halaga, que le enseña
blando mortal amor, clemencia humana
la que cielo aborrece, y Sol desdeña,
monte logra su amor, terneza gana:
desdichada es mujer, dichosa es peña,
transformación mil veces soberana,
ya no culpes desdén, ya amor no llores,
mas ¡ay! que gozas piedra los favores.
Glorioso no sentir, ninfa elegiste,
menosprecios de amor, montaña helada,
dichosa en no sentir, entonces fuiste,
y en no sentir agora desdichada:
peñasco te ganaste, y te perdiste,
quisiste no sentir, no sientes nada,
malógrese el favor, castigo es justo
que quien burla la pena, llore el gusto.
Graves ansias de amor, llantos amores,
dulces al alma dan horas sabrosas
desdenes alternados a favores,
tiernas espinas son que palian rosas,
los gustos en las penas son mayores;
guerras reduce amor, paces dichosas,
y en guerra a gloria y pena así difusa
quien excusa el pesar, el gusto excusa.
¿Qué dieras, ninfa tú, por no ser piedra?
¿Y por sentir, mujer, brazos calientes?
Quien desperdicia amor, amores medra,
y hoy mentida al dolor, al placer mientes:
tierno a Narciso ves, amante hiedra,
abrazos te da ninfa, que no sientes;
sentir temiste, y suerte hubiera sido,
para poder sentir, haber sentido.
Abrazaba gentil peñasco hueco,
donde confusa voz prisión tenía,
y tantas cuantas daba el joven, Eco,
lisonjas, y ternezas repetía:
babilonia de amor, dulce embeleso,
donde una lengua apenas se entendía,
mudo halago no advierte, que le enseña,
mas, ¿quién pudo entender que amase peña?
Ganándose Narciso a cuantas eran,
traslado de sus plantas fugitivas,
alados escuadrones que le esperan,
traduciendo a las hierbas flores vivas,
en confusos amores perseveran
contra esquivo rigor, peñas esquivas,
dando a entender la ninfa mudamente,
que quien no siente es él, ella es quien siente.
Así burló la luz en sus regazos,
hasta cambiar zafir topacio día,
que a solas quiere amor, que medre abrazos
piedra, que arde en amor de piedra fría:
Eco enlazarle quiso entre sus brazos,
mas peña vio, que brazos no tenía,
y sintiólo de suerte, que muriera,
si en tan fuerte ocasión peña no fuera.
Ya salpicada luz ninfas estrellas
burlando las del sueño precursoras
errantes discurrían selvas bellas
anticipando al tienpo las auroras;
Narciso, que se juzga libre dellas,
hurta lasciva peña dulces horas,
que por peña merece, y de amor gana,
si las perdió por ninfa soberana.
Lágrimas despertó, aumentó cristales,
calzó a la ingratitud traviesos grillos
anegando corrientes virginales
tréboles, manutisas, y junquillos;
él, castigo de ninfas celestiales,
elige libertad, por redimillos,
y penetrando el valle enciende flores,
que es cometa de amor, rayo de amores.
Malograda beldad, beldad huía
toda inmortalidad, menospreciaba
superiores materias presumía,
y retirado en sí, dioses burlaba;
a sí mismo en sí mismo se excedía,
si en sí mismo a sí mismo se admiraba
tan arrogante, tan gentil, tan loco,
que aun su misma beldad tenía en poco.
Tal vez Venus perdió, tal vez ser quiso
emulación del Sol, lámpara humana,
tal vez Júpiter sacro antojadizo
esencia de las causas soberana:
cuanta pura deidad, no era Narciso,
era tanta mentida sombra vana,
oponiendo a los hados arrogante
soberbia juventud, verdor gigante.
O menosprecio bárbaro, o mentira,
proprio amor natural, alma ligustre,
que al alba mustia el sol, que al alba mira,
tan débil es su edad, tal es su lustre;
solo a sí, da deidad, solo así aspira,
suya es mínima acción, hazaña ilustre,
y como de su ser forma no sea,
monstro ajena virtud, su labio afea.
Partos propios anima, desmerece,
venerables estudios, mal sufrido
verdad, cuanto concibe ensoberbece,
cuanto inspira otra voz, es mal nacido:
todo es sombra a su luz, todo fallece,
mortal divinidad introducido,
todo es imperfección, concepto extraño,
o propio amor, mal, digo, o propio engaño.
Caduca juventud, Narciso hermoso,
mintiéndote cristal, flor lisonjera,
beldad vidro te ves, cuando glorioso
te gozas en luciente Primavera;
ama inmortalidad, sigue ambicioso
peñasco vividor que acento espera,
ninfa voces te da, piedra te llama,
trueca pálida flor, sólida fama.
Esa, que menosprecias, ninfa bella,
pirámide brutesco, cristalino,
epiciclo es de luz, casa es de estrella,
alto, si castigado, desatino:
escala te da al Sol, sube por ella,
a eterna duración hallas camino,
deja esfinge cristal, vidro embeleso,
que allí solo eres flor, y aquí eres Eco.
¿Qué eternidad te finges, flor pequeña?
Si en cabello esmeralda apenas creces
fugitiva beldad, el Sol te enseña,
que hurta el líquido vidro que envaneces:
aspira a eternidad, en ninfa peña,
no en flor, que en noche ves cuando amaneces
sean con muda voz, parlero aviso,
Eco en peña inmortal, en flor Narciso.
Ingrato, pues, burlada, si hermosura,
divinidad también, de sí enemigo
venganza, todo amor odio, procura,
que envejece crueldad rigor consigo:
él, gentil sin razón, mortal locura,
elige propio amor, burla castigo,
y sin hallar beldad, forma a su forma,
en sí mismo se agrada, y se conforma.
Tal veloz mocedad, tal gentileza
discurría al dolor, al mal corría,
que irritada en su ser, naturaleza
su ser, en frágil ser, mentir quería;
reverencia en sí mismo la belleza,
y en ajena deidad la aborrecía,
todo en sí era virtud, si en otros vicio,
tal hábito vistió loco ejercicio.
Este, día fatal, deidad tonante,
que rayó flor, en agua arderle quiso,
venatoria convoca semejante
al que en loco escarmiento fue su aviso:
al monte sale Adonis arrogante,
no a teñir amapola, a ser Narciso,
y a lamentar cobarde en virgen fuente
monstro limpio cristal, fiera corriente.
Vaya a su perdición burlado en tanto,
que vos al grave oír mentís la pena,
si os cansó ruda voz, si en largo canto
bucólica lección, ínfima avena,
que cuando en escarmiento en digno espanto
lilio queráis ver piara, en oro arena,
suspenderos podréis al voto pío,
sino a la voz del ronco albogue mío.
III
Lengua al silencio, vida al ocio sea
inefable rigor, decreto eterno,
desvanecida edad, que lisonjea
fugitivos cristales, lilio tierno,
si ya canoras plumas no os platea
en continua lección, sacro cuaderno,
no Menandro caduco, Jordán santo,
donde, cisne, trináis inmortal canto.
Vos que en tosco sayal purpuráis regia
sacra veneración, si no divina
túnica, al serafín que privilegia
descalza multitud, culta doctrina:
fecunda sucesión, familia egregia
en antípodas orbes peregrina,
gigantea humildad, riqueza pobre,
pues no hay quien mas mendigue y quien mas sobre.
Vos, a quien soledad, duplica cielo
claustros menos de pueblo profanados,
religiosa deidad, activo celo,
pasiva elevación, graves cuidados:
Apóstol, Evangelio, estrella anhelo,
ya espíritu a cadáveres helados,
clamante voz de ardiente Vicecristo,
que archisanto, la tierra, y mar le han visto.
Ahora que admiráis (no de eminente
loca acumulación) palpitar río,
que por secas pirámides corriente
líquido tributario se haze mío:
pues Oceano ya, copiosa gente
seca, en protociudad, su curso frío,
cuyo hidrópico vientre, que le agota,
siendo monstro caudal, dice que es gota.
Ahora, pues, que en huésped compañía
de perezoso Sol, lográis edades,
horas, sueños acá, y en siglo día
moráis siempre dichosas soledades:
tercera vez bucólica Talía
(si no locas de amor gentilidades)
premiad, y joven ved, que en siesta ardiente
burlando ardor, profana virgen fuente.
Era mitad del círculo, montaña
lumbre pendicular, nadando abismos
Babilonias de fuego, en que se baña
abrasándose el Sol, entre ellos mismos;
destemplada piedad, fiereza extraña
estériles lamentan, sirtes, istmos,
y por cenit ardiente en nube rubia,
llama, da tempestad, fuego, diluvia.
Sediento de medir, lince, los llanos
cansado de talar, topo, las sierras
gigantes le agasajan, que tiranos
acostumbran al Sol continuas guerras
locos, príncipes se hacen soberanos
de breve monarquía en pocas tierras,
pues exentos de ardor, reyes se nombran
despavoridos márgenes, que asombran.
Estos custodia fiel a un sitio hacían,
donde vírgenes flores veneraban,
clausuras de cristal, que discurrían
siempre impisables patios, que argentaban;
soledad religiosa padecían
en esmeralda celda, que habitaban,
tan hipócrita al valle que aun apenas
se dejaba tratar de sus arenas.
No margina clavel su labio honesto,
no retoza jazmín, no rosa bate,
viento no bulle en ella descompuesto,
ni ave bruñe jamás pico granate:
hechizo es de cristal, que mayo ha puesto
en oloroso, y líquido azafate,
con que alma Aurora mate al Sol de amores
si espejo no, con guarnición de flores.
Cristalina deidad, corriente pura,
siempre reverenció, robusta fiera,
turbia se vio jamás, jamás criatura
sacrílego sedienta su ribera;
era veneración, era clausura,
de cuanto concha de sus perlas era,
tan líquida y gentil, que parecía
espíritu del Sol, que al mar corría.
Áspid de vidro, pues, roscas dilata
por herido marfil, por flor que muerde,
líquida guarnición, franja de plata
en felpa carmesí, en damasco verde
envanecidos olmos prende, y ata,
cuya arrogante faz, mortales pierde,
que con grillos de perlas asegura
soberbia juventud, verde hermosura.
Tal era allí el cristal, tal era el sitio,
siempre niñez del Sol, siempre mañana
perla finge la fuente en blanco nítido
Júpiter goza altar, claustro Dïana
oráculo inmortal, ve, acento pitio,
sacra veneración, ve, ninfa humana,
este jamás mortal profanar quiso,
solo gentilidad, solo Narciso.
Mucho día, más Sol, y mayor fuego,
atrevimientos son, perturba el mozo
virgen sola quietud, casto sosiego,
vidro nativo amor, cristal retozo
luego destronca flor, atreve luego
el dorado perfil apenas bozo,
y en trasparente amor, en vaso breve,
bebe rigor fatal, infierno bebe.
No el labio da al cristal, cuando se admira
al fugitivo espíritu, que encierra
peregrina beldad, que la retira
su misma suspensión, su misma guerra:
en las aguas retrata, si se mira,
derivada deidad de inculta sierra,
a sí mismo se adora en plata pura,
castigando hermosura, su hermosura.
El que, ingrato, mintió naturaleza,
ya requiebra cristal, ya admite plata,
ya imposibles adora en su belleza,
que la muerte le da, la que en él mata,
halágala gentil, y a su terneza
ella en líquidas perlas se desata,
prueba a tenerla, el agua al Sol se aplica,
y en fingidas estrellas le salpica.
Turba cristal la mano, espejo empaña,
su imagen no retrata, aunque se mira,
mas, serena traición, presto le engaña,
y bajándose, sube, y más se admira:
besos quiere lograr, el rostro baña,
la fugitiva sombra se retira,
que cuando en puros labios paz celebra,
en pedazos al Sol se pierde, y quiebra.
Piensa que ella se enoja melenando
cabellera sutil, madeja bella,
que en conchas tornasol, hebras peinando
hacen trenza diamante, y rizo estrella:
fugitivo desdén llora, culpando
su ingratitud, en los rigores della:
“Menosprecios de amor”, dice, “en ti adoro,
cuantas lloró rey, rían mi lloro”.
“Yo soy muda deidad, estatua viva,
que burlaba de amor, mármol valiente
con alma solo en el vegetativa,
que creciendo beldad, pesar no siente;
ya causa racional, ya sensitiva,
desvanecida acción, que amor desmiente,
temprana juventud, vejez invierno,
desengaño mortal, si engaño eterno”.
“Esta que ves, beldad frágil humana
divinidad fingió, vivió, fiereza
ninfa rió mortal, dio, a soberana
sustancia, admiración, joven belleza;
ya es fugitiva voz, ya es sombra vana
en fingida mortal naturaleza,
ya decora cristal, ya linfa enfría,
el que a sí mismo, en sí, se aborrecía”.
Cuanto se lamentó, limpia corriente,
encarceló cristal, y libres guijas
trasladaron deidad en tersa frente
rayos cabellos sol, oro sortijas:
remedaba la imagen trasparente,
mudas palabras en sus perlas, hijas
de los labios del mozo, que entendía,
que por señas requiebros respondía.
Pudo divinidad juzgar despacio,
si ciego amor discurre con aviso,
y en pestaña esmeralda, vio topacio
ojo, donde beldad niña es Narciso;
él se venera a sí, en cristal palacio
orbe del lisio dios Nonio de Anfriso,
su imposible rigor, en vidro bebe,
que quiere amor cobrar amor, que debe.
Ya sereno el cristal, y ya serena
la sombra en él, con boca argentería,
(de nuevo ardiente amor, de nuevo pena)
parece que burlaba, y que reía;
prender quiere beldad, mas prende arena
átomos que en la mano al Sol perdía
envaneciendo, encanto soberano
la palma perla a perla, y grano a grano.
Beldad lagrima, bebe cristalina
apenas agua, errante estrella poca,
que esfera de marfil, brazo camina
cometa, cuando ya músculos toca;
sutil diminución grano termina,
que los ojos trasladan a la boca
tan pequeña es deidad, ¿qué aun no aprehende
más que si aprieta arena y si agua prende?
Medra al fin torpe mano, cuanto dudo,
arena y agua ser imagen bella,
y a loca vanidad suspenso y mudo
gotas y granos juzga efectos della;
liquidóse el cristal en tanto, y pudo
retratándose en él, mirarse en ella,
y admirando deidad, corriente abismo
así en doliente voz se dice él mismo:
“Espíritu gentil, esencia viva
de perezosa plata, en calle de oro,
sonorosa belleza fugitiva,
lluvia dios celestial, Júpiter toro;
si líquida sustancia te deriva
de peñasco ambición, perpetuo lloro,
así en vasallos cristalinos crezcas,
que a tu madre montaña no parezcas.”
“Aprisiona beldad, beldad corriente
grillos forja cristal, plata cadena
no pierdas juventud, no en ti escarmiente
segunda vez, amor mi enorme pena:
yo aquella soy, si bárbara valiente,
vacía edad, de desengaños llena,
helada vanidad, que aguas ardía,
mortal infierno ya, que arde agua fría.”
“Veces que yo mire Cíclope eterno
(fantasía mortal) borrón fue mío,
cuando armiño se helaba en cano invierno,
cuando Fénix se ardía en rubio estío,
ya miserable ser, ya objeto tierno,
fuego te adoro, ardiente vidro frío,
ridícula objeción del tiempo, y vana
tarde que encaneció breve mañana.”
“Permite, si ya dios corriente y puro,
no goza tu mitad, de lecho hermoso
lograrme en tu cristal, si no seguro
de más deidad, al menos más dichoso:
no es tu alcázar diamante, ni es su muro
alectro vividor, bronce animoso,
cortina trasparente al mar desagüas,
que es tornasol, que es camelote de aguas.”
“Si enamoras beldad, no ser divino
mi humanidad llenó, no soberano
inefable poder se juzgó dino
de hermosura mortal, de asombro humano
todos me reverencian peregrino:
atrás dejo vivientes, dioses gano,
sola tú que en cristal te desvaneces
por parecerte a mí, bien me pareces.”
“Tú finges mi beldad, tú imitas sola
perfección superior, tú mi luz día,
mi jazmín te emblanquece, y te arrebola
desojado clavel, que el labio cría:
ese que perlas líquidas tremola
cristal, carne es en ti, y es carne mía,
que alta derivación desta hermosura
una hacemos los dos deidad criatura.”
“A ti en mí te mereces, si una somos
valentía los dos, si una belleza,
cuantas estos que miras cinamomos
lágrimas dan dolor, lloran terneza:
quiebra fino cristal, donde entre pomos
te conserva licor naturaleza,
ríe divinidad, logra Narciso,
que a sí se quiso en ti, que en sí te quiso.”
Cuando loco mancebo, al agua hacía
tales lamentos, tales vocaciones,
la burladora imagen le fingía
en parlero cristal, vivas acciones:
él, que le llama entiende, y linfa fría
quiebra precipitando las razones,
que al mar en limpias olas se han perdido,
ya en la sonora fuente sumergido.
Agua corriente abraza, que en pedazos
laberintos de plata siembra esquiva,
cuando finge lograr entre sus brazos
mortal divinidad, belleza viva;
opreso vidro redimiendo lazos
en serpiente a los aires fugitiva
escapa al loco amante, que contento
piensa que prende ninfa, y prende viento.
Hallar quiere deidad, y halla sutiles
arenas, que en las aguas se envanecen;
busca mujer mortal, y son marfiles
cuantas bruñidas guijas le entorpecen:
traduce vanidad miembros gentiles,
cuando vivos las aguas los ofrecen,
y él en tal confusión, en tal batalla
porque vivos los halla, no los halla.
“¡Oh engañado mancebo, que en ti pierdes
lo que ganas en ti, ves sombra vana
lisonjera burlar márgenes verdes,
y lloras, cuando gozas sombra vana!:
después que del letargo a amor recuerdes,
que se pierde, dirá, cuando se gana,
buscaste a ti mentido, y si te miras
a ti verdad, lamentarás las mentiras.”
“En las aguas está, cuanto deseas,
ya mortal, ya amoroso, ya apacible;
créete humano a ti, cristal no creas,
que es fingida crueldad, que es imposible:
tú le das perfección, tú le hermoseas,
efecto es de tu causa incomprehensible,
que ese volante vidro, que retozas,
no lo puedes gozar, si no te gozas.”
“Engañado Narciso, en las arenas
cuando juzgaba carnes celestiales,
trémula viva voz repite apenas,
tales ansias de amor, lamentos tales;
¡oh tu divinidad, que sorda suenas,
por sierpe olor, por víboras cristales,
agua incendio de amor, corriente fuego
¿dónde escondes quietud? ¿Dónde sosiego?”
“Si es tu alcázar tan breve, si a un diamante
inmensidad apocas hermosura,
si estrella eres cristal, luz fulminante
en pequeño epiciclo de agua pura:
si poca fuente habitas, arrogante
aldea, que te ríe y te murmura,
¿cómo puede mentir tanto, tan poco?
Si no apócrifa imagen, viento toco.”
“Si te tradujo mar, si libre viento
perlas te divulgó en lascivas flores,
si arena te enjugó, si el Sol sediento
te bebió en tanto ardor, muerto de amores
si huiste cristalino pensamiento,
arrepintiendo halagos y favores,
si alta transformación Jove hacer quiso
loco de amor, celoso de Narciso.”
“Gotas de tiempo nube, lluvias días
aquí me anegarán, aquí mi llanto
dilatará tus verdes monarquías
con soberbia ambición, con loco espanto:
espíritu serán lágrimas mías
a cuanto argentas término, y a cuanto
vulgo de plantas leí, lágrima pones,
dictando en oro aljófares razones.”
“Aquí me verá el Sol, aquí canoro
de Aurora rosicler, clarín arpado,
cuando asombrando el Aries, lidie el toro
(en provincias de Abril) pueblo enramado;
aquí cuando el león guedejas de oro
llamas pula feroz, cuando templado
venenoso animal, muerda a Eurídice,
cuando escamas zafir, el pez matice.”
“Centinela seré, jamás perdido,
siempre rico de amor, siempre ganado,
mi verde juventud, margen florido
a tu ardiente cristal será, animado;
agua pura deidad, corriente olvido,
vidro desdén, en flores malogrado,
tú pierdes mi beldad, tú me la escondes;
pues huyes fugitivo y no respondes.”
Esto decía al agua, y detenella
osaba, ya con brazos, ya con pechos;
tirándole a los ojos perlas ella,
y cristales tal vez saetas hechos:
así espacio habitó la fuente bella
dando al loco raudal lazos estrechos,
pero ya vuelto en sí, y al margen verde
lo que ganó cristal, aljófar pierde.
Hilos de plata tuerce fugitiva,
con que pespunta flor, planta guarnece,
y fatigando margen, fuente viva,
si ya no humana tempestad parece;
desatinado amor, así le priva
generoso discurso, así enloquece,
soberbia juventud, digno castigo,
donde es su propio amor propio enemigo.
Fue sazón que mentido en poca peña,
tosco balcón al agua trasparente
reía del cristal, que le desdeña
sátiro pernicioso maldiciente:
recatada traición, tal vez enseña
espantosa deidad, robusta frente,
donde si plumas no, garrotas viles
puntas daban al Sol, torpes marfiles.
Sátiro era grosero presumido
semicapro cebil, joven barbado,
lego entre los demás desvanecido,
y entre los faunos dioses, dios donado:
jamás a ninfa fue propio marido,
vagamundo en las selvas desdichado,
ridícula objeción de diosas bellas,
que burlándose del, cantaba dellas.
Cuantos dísticos suyos los pastores
en duendes soledades repetían
poca divinidad, burlaban flores
menos humanidad, valles reían;
fueron Apolo y él competidores
(tanto ingenios sacrílegos porfían)
mas, ¿cuándo araña vil cisne emponzoña?
¿Ni a cítara igualó ruda zampoña?
Miraba, en fin, el sátiro la fuente,
cuando Narciso vuelto a su porfía
se vía en el cristal, y juntamente
la formidable imagen, en él vía:
y arrojándose al agua de repente
(ardiente amor, celosa fantasía)
la satírica sombra matar quiere,
cuando en la peña el dios de risa muere.
Dijo: “Monstro deidad, ¿tú gozas cuanto
Júpiter extremó? ¿Tú cuanto el cielo
emula admiración, celebra espanto?
¿Vidro gentilidad, risa del suelo?
¿Tú cornífero dios mereces tanto?
¿tú entorpeces beldad? ¿Tú abrasas hielo?
Pedazos te he de hacer, y en ansias tales,
destroncaba al cristal miembros cristales.”
Pensando que ya hacía palpitantes
adelfas de coral en la ribera
traslada a virgen flor, pasos gigantes,
(así le irrita amor, así le altera)
el sátiro en locuras semejantes
castigada soberbia considera,
y por burlar de cerca su hermosura,
de la peña a la fuente se aventura.
Ardiente sed el rústico ha fingido,
y engañando que bebe, disimula,
en tanto que el mancebo divertido
sus esparcidos miembros acumula,
mas viendo que el castigo incierto ha sido,
vuelto al cristal que líquido le adula,
al sátiro prendió, que besos daba
a la fingida imagen, que él formaba.
Abrazóle feroz y el temeroso
(que era este semicapro dios cobarde
tanto que querellar, fauno animoso
a Júpiter, de sí, le vio una tarde)
pensando reportar monstro celoso
espíritu que hiela, vidro que arde,
así le dice en rústico argumento
con ronca voz, con bárbaro concento:
“Yo soy, mancebo ilustre, un dios silvano
por venerables partes conocido,
mi canto es superior a estudio humano,
que sin ciencia, infusión celeste ha sido:
no boyerizo, estilo soberano
es de mi flauta el deifico rüido,
ignorancia es en mi sacra elocuencia,
sin sabio afán, sin trabajada ciencia.”
“En dotes corporales, ¿qué dios puede
opuesto mío ser? ¿Quién barba cría
igual a la que puso? ¿A quién concede
mi talle el Sol? ¿A quién presencia mía?
Toda nueva elección mi gusto excede,
no soy zángano en hueca monarquía,
prudente abeja, sí, y a la ribera
miel elocuencia doy, claridad cera.”
“Tal destos bosques, semipán divino
soy, como ves, sus ninfas me decoran,
todas me reverencian, peregrino,
a cuantos montes viven, selvas moran:
y esta que ves, milagro cristalino,
cuyos ojos cristales perlas lloran,
ninfa presa en mi amor, hechizos prueba,
y agua frequenta en sí, porque la beba.”
“Al fin bajando al valle, si sediento,
descuidado también de tal locura,
engañoso cristal, mentido viento
malogré loco amor, bebí hermosura:
ya me escucho abrasar, ya arder me siento
transustanciada en mí, fuego criatura,
busca mortal amor, beldad viviente,
no adores imposible en vana fuente.”
No el periodo apenas cerró cuando
ya arrogante Narciso le tenía
con la pálida muerte agonizando
vuelto el sátiro dios materia fría;
“¿Tú encarcelas beldad?”, dice alternando
palabras y suspiros, que encondía,
“Trasládala al cristal, donde la adoro,
trasparente veril del solio de oro”.
Esto dice oprimiéndole de suerte,
que ya la burla el monstro blasfemaba,
pues casi en las provincias de la muerte
en vez de ninfa, vida vomitaba:
en los brazos le carga el joven fuerte,
y a la fuente, que aljófares burlaba,
le vuelve así diciendo, que a su linfa
pague divinidad, traslade ninfa.
Responde: “Yo lo haré, si me concedes
amada libertad, vida dichosa;
vuélveme cautiverio”, dice, “y puedes,
libre de mí, habitar selva fragosa”.
Entonces dijo: “Impórtame, que quedes
en tu eterno cristal, ninfa amorosa”,
y en vómito fingido al joven mira,
y él llegando a mirar su forma admira.
Así pudo escapar el pernicioso
sátiro burlador, dios ignorante
del esfuerzo gentil del mozo hermoso,
enemigo de sí, si de sí amante:
discurre el valle bárbaro invidioso,
ridícula deidad cuadrupedante
y en pájaro temor, y en miedo paso
a las ninfas inspira, el triste caso.
Viento el sátiro ya, mísero amante,
mariposa es Narciso, en fuente bella,
circulando gentil, llama diamante,
que quiere (no anegarse) arderse en ella:
cuantas olas fulmina, uno es brillante
rayo ardiente de vidro, en agua estrella
soberana deidad, sacro decoro,
a esfera de esmeralda, en cárcel de oro.
Risa finge la ninfa, que le asombra
por labios de marfil, por perlas dientes,
y él, dilatado ya, en la verde alfombra,
le retorna requiebros diferentes;
cuerpo juzga deidad, su misma sombra
miembros (vano cristal) hace vivientes,
y amoroso de sí, y de sí contrario,
ardiente juventud, es mármol pario.
Discurre en su beldad, cuyos reflejos
en sí, animando están corrientes bellas,
despañando cristal, bruñiendo espejos,
mejillas aun sin oro barba en ellas;
y en orbe ve más claro y menos lejos
soles que átomos dan libres estrellas,
dedos de Baco a copias por la frente,
cabellos son de Apolo en mozo Oriente.
Mira cuello marfil, púrpura trechos,
preso color en cárceres turquíes,
y lágrimas claveles, ve deshechos
en círculos, de leche, carmesíes:
honra en mejillas albas, contrahechos
de soñoliento Sol, rayos rubíes,
y mentido de sí, cuanto allí mira,
confunde la verdad, vana mentira.
Su misma admiración llora admirado,
elige, lo que él finge, y hermosea
él mismo, es en sí mismo, el deseado,
y en la fuente a sí mismo se desea;
es el amante y el objeto amado
burlando entendimiento vana Idea,
a sí, fuera de sí, no en sí, apetece,
y por sí mismo, él mismo se aborrece.
Cuantas veces en vano ha pretendido
besar la fuente burladora, y cuantas
las manos en las aguas ha metido,
engañando prender deidades santas,
cuantas burlado amor, cuantas mentido
en quebrado cristal por verdes plantas,
y ardientes cuantas, en marfil helado,
abrazando las aguas, se ha burlado.
Ignora lo que mira y la esperanza
ciega, en loco imposible, que le admira,
su trasparente adora semejanza,
y de la verdad propia se retira:
cuanto no alcanza sigue y cuanto alcanza
huye, abrasado en líquida mentira,
lo que en sí mismo goza al agua ruega,
y rogándole, en sí piedad le niega.
Esa que sigues, joven divertido,
contigo está, contigo sombra bella,
al trasparente vidro has traducido,
y si en el no te ves, no podrás vella:
contigo dél se irá, como ha venido,
que no puedes, mortal, escapar della,
eso que en ti desprecias, enamoras,
y lo que más te sobra, más adoras.
Así engaña la edad, así los días
venerando su imagen engañosa,
que es, divulgando al mar serpientes frías,
lisonjera crueldad de acanto y rosa:
dulces pierde a los aires, treno días,
que repite deidad, peñasco diosa
así dice llorando, a la ribera,
y Eco responde así en la voz postrera.
Lisonjera república de flores,
huéspedes soledades, amorosas
mas de una vez, a talamo de amores,
callada confusión, lascivas rosas:
¿quién padeció jamás ansias mayores?
¿Quién más graves lloró, ninfas hermosas,
árboles ya, tormentos desiguales?
¿Ni padeció en cristal, penas cristales?
Esa prolija edad, que habéis vivido,
¿vistes jamás tormento semejante?
Delante tengo el bien, y si le pido,
es imposible amor, siempre delante:
deidad vidro venero, que bebido
líquido humor, espíritu es diamante,
que para acrecentar incendio nuevo,
se queda en el cristal, aunque le bebo.
No en dilatados páramos divide
grave tierra mi amor, no mi tormento
gigante mar, que términos reside
enojado tal vez, de vago viento;
monte no, muro no, poco sí, impide
cristal, labio clavel, ámbar aliento,
que al juntarnos, bellísima serpiente
despedaza beldad, amores miente.
Cuantos le quiero dar besos dichosos,
tantos quiere lograr, tantos pagarme,
pues con labios de perla, y rosa hermosos
de la limpia prisión sube a besarme:
cuán poco impide rayos amorosos,
cuán poco grande bien quiere estorbarme,
o tú seas deidad, o mortal seas,
sal a gozarte al margen, que hermoseas.
Rompe cristal prisión, logra hermosura,
no rehuyas gentil piadoso ruego,
pues veces que mi mano te procura,
la tuya celestial me ofreces luego:
si besos voy a darte, en agua pura,
con tus labios me sirves, vidro fuego,
si te quiero abrazar, del limpio centro
con tus brazos me sales al encuentro.
Lloras, si estoy llorando, y si riendo
dientes me enseñas perlas, risa flores,
y por señas, mis señas respondiendo
alternamos requiebros, y favores;
lisonjero cristal, me estás haciendo
cuando ternezas, yo, dulces amores,
y aunque premias así míseras quejas,
jamás hiere tu voz blandas orejas.
Mas sin duda eres yo, vidro mentido,
a mí mismo me adoro, a mí me quiero,
fuego enciendo cristal, Fénix he sido
que renazco en las llamas, donde muero,
de mí mismo, a mí mismo, dividido
sin poderme gozar, gozarme espero,
y si es en mí, imposible, en mí gozarme,
o si de mí, pudiera a mí, apartarme.
¿Cuándo vio amor tan bárbaro deseo?
De mí mismo, quisiera dividirme,
para gozarme a mí, que en mí me veo,
y en otro, de mi espíritu vestirme:
mas si todo sin mí, es objeto feo,
a mí mismo, en mí mismo, he de elegirme,
o sí amor, en mí mismo, me animase,
o en sí mismo, mi espíritu se amase.
Voces perlas, los ojos prosiguieron
robando al labio así mayor dulzura,
cuyas ardientes lágrimas pudieron,
atrevidas, turbar corriente pura;
cristal, rubias arenas vanecieron,
escondióse en sí misma su hermosura,
vanas voces le da, cuando se esconde,
y a sí mismo en sí mismo no responde.
Deidad, si es imposible en mí gozarte,
y en mi hermosura misma, merecerte,
ya que en líquido humor niegas tocarte,
permite contemplarte, deja verte:
por mí, fuera de mí siempre he de amarte
hasta sin mí, habitar pálida muerte,
así aclamando, en lágrimas deshecho
vestidura rasgó, profanó pecho.
Piedad niega al marfil, golpes coloran
púrpura trechos cándida manzana,
salpicados rubís pámpanos lloran,
que esmeralda racimos fingen grana;
y luego que lisonjas le enamoran
retratando las aguas su mañana,
sin poder reportar congoja fiera,
divertida al calor, es blanda cera.
Lágrimas se derriten profanadas,
divinidades puras, si no al viento
burlan jazmines, rosas deshojadas,
(tal es su incendio amor, tal su tormento)
ramas son blancos huesos, desatadas
las carnes ya del primitivo asiento,
ya consume marfil, ya nácar pierde,
traduciéndose el Sol, vanidad verde.
Burlada juventud, beldad perdida,
Eco vengada ve, ve Sol deshecho,
y aunque peña, le llora enternecida,
que olvida por su mal, el que le ha hecho;
los suspiros que el triste al viento olvida,
ella le acuerda, y lanza de su pecho,
cuantos golpes se da con fieras manos,
tantos en ella son acentos vanos.
No dijo vez: “Ay triste, que él, ay triste,
humano pedernal no respondiese;
ay Eco, que aun peñasco le venciste,
dichosa tú, si el mozo te entendiese:
ya, diamante beldad, ves, amatiste
esa es la juventud, el Sol es ese,
planta juzgas apenas, la hermosura,
esto dura la edad, esto el Sol dura”.
Tú, peña vivirás, y él, flor pequeña
destroncado será en purpúrea Aurora,
en ti, la eternidad la fama empeña,
y en él, el proprio amor, aun no edad, ora
vive monte inmortal, gózate peña
burlando juventud, que en flor se llora,
eso heroica virtud vive, eso adquiere,
y así descuido humano, planta muere.
Ya Narciso desnudo en joven Mayo,
Diciembre se miraba riguroso,
lo que fue Sol en él, lo que fue rayo,
pintaba confusión el vidro undoso;
y en poca voz, en último desmayo
dijo: “En vano”. “Querido mozo hermoso,
ay de ti, y ay de ti”, respondió aquella,
que peñasco le amaba, ninfa bella.
Miró el cristal, que estampa aborrecida
libre le retrató, y apenas labios
pronunciaron, a dios, voz repetida
de la ninfa piedad, a flor agravios:
la cabeza a la hierba traducida
donde pudiera hacer discursos sabios,
planta se vio de pájaro picada,
(ninfa debió de ser menospreciada).
Los ojos se escondieron admirados
de ver hierba beldad, y aun no contentos,
pasando la laguna estigia osados,
se ocuparon en verse más atentos:
así vil proprio amor, vio castigados
torpes desprecios, locos pensamientos,
tal es la mocedad, tal la criatura,
ejemplo sea pues, flor hermosura.
Tan cerca ya las ninfas discurrían,
que la postrera voz al mozo oyeron
y aunque agravios de amor, se enternecían;
que su muerte en los ayes presumieron,
al sátiro culpaban y ofendían;
las náyades y dríadas trujeron
andas, hachas, y fuego, sin decoro,
surcando manos nieve, mares oro.
Rayos hebras al Sol enmarañaban,
que en pedazos de luz lisonjas eran,
todas misero mozo lamentaban,
y en los brazos, mortal gozarle esperan,
cuantas vozes perdían, remedaban
labios peñas, que amando perseveran,
buscan beldad que el margen les reserva,
cuando ignorantes pies, la pisan hierba.
No encuentran juventud, no ven belleza
más, donde dijo el sátiro que estaba
(oh asombro a la inmortal naturaleza)
cándida flor al Sol lisonjeaba:
lilio admiran sutil, beldad fiereza,
que a espíritu amarillo, cuerpo daba,
blancas hojas, que miembros organizan,
y suspiros olor aromatizan.
Cándida emulación era azucena
mas no en la calidad, no en la fragancia,
remedo lilio sí, flor si no ajena
de su forma, no flor de su importancia:
llora virgen deidad en fuente amena,
flaca disminución, fuerte arrogancia,
y corona, a la planta, el sacro coro,
la pudo destroncar su aljófar lloro.
Quien la huele sutil, quien la retoza,
quien la toca amorosa, quien con tiento
al labio la traslada, quien la goza
haciéndola mortal su entendimiento;
quien amor envejece, quien remoja
vieja pasión, quien medra olor aliento,
quien lasciva la canta, quien la llora,
y el flor ingratitud, vidro enamora.
Vulgo animó en Acaya el cuerdo aviso
de humanidad, engaño lisonjero,
ya en las lenguas de Grecia es flor Narciso,
si infierno fue, si indignación primero:
lamentaron Liriope y Cefiso
la burlada deidad, el santo agüero
sabio oráculo fue, pues cierto fuera
que lograra su edad si no se viera.
Concurrieron al valle los pastores,
los sátiros y faunos maldicientes,
y capitán a ejércitos de flores
hallan, robusta edad, miembros vivientes,
dísticos eternizan sus rigores,
epigramas divulgan diferentes,
himnos pierden al aire jubileos,
glicónicos siguiendo asclepiadeos.
Unos lloran su edad, otros flor cantan
su juventud fragante en margen verde,
cuyos humos al aire se levantan,
que en su vago cristal los cobra y pierde;
todos juntos al fin el caso espantan,
y él, sin que edad mortal jamás acuerde,
lisonja es de la fuente lilio hermoso,
siempre amante de sí, siempre celoso.
Cuantos pastores hubo, lamentaron
la miserable acción, ahora ahora,
robusta juventud que veneraron,
y ya pálida flor, en blanca Aurora:
así fértiles años acabaron,
desengaños así, loca edad llora
ámese instante a sí, en cogollo tierno
quien burló lo inmortal, rió lo eterno.
Multitud vaneció la selva umbrosa,
solo quedó Narciso, mas mentido
a procesión en copia religiosa,
el sátiro vengarse ha pretendido,
vil quiere destroncar lisonja hermosa,
que a requiebros olor, enternecido
el líquido cristal, parar quería,
que riéndose dél, al mar corría.
Falso probó cortar lilio flamante
sacrílega venganza en flor divina,
que siempre el pernicioso, el ignorante
estraga la virtud y la doctrina;
mas apenas llegó, cuando diamante
engrifada la fuente cristalina
pedazos de cristal le tiró, tiernos
aljófares quebrándose en sus cuernos.
Huyó el sátiro vil alborotado,
el lilio blasfemando vengativo
(que cuando es sabio estudio profanado,
brota entonces espíritu más vivo)
Narciso de sí mismo enamorado
venerando quedó el cristal nativo,
y de ver que le burla, y le desdeña
lamentándose está su amante peña.
Quedad pues juventud, adonde os quiso
el tiempo castigar, ya os tronque fiera,
ya sátiros os profane, ya Narciso
animal os malogre en la ribera,
ya a tierna vanidad seáis aviso,
ya aprobación al que estimaros quiera,
ya frente coronéis a ninfa hermosa,
que víctima seréis siempre olorosa.
- Holder of rights
- Antonio Rojas Castro
- Citation Suggestion for this Object
- TextGrid Repository (2024). Fábulas mitológicas del Siglo de Oro. El Narciso: flor traducida del Cefiso al Betis. El Narciso: flor traducida del Cefiso al Betis. Fábulas Mitológicas del Siglo de Oro. Antonio Rojas Castro. https://hdl.handle.net/21.11113/0000-0013-BE74-3