En el clima luciente,
feliz cuna del día
y patria de la luz adoleciente,
selva yace, que ilesa del adusto
diluvio fue del infeliz osado
que murió en orbes de agua fulminado.
Reservóla también vasto Neptuno,
cuando margen sus olas no sufriendo
la gran madre del mundo
fue piélago profundo,
esta región a Flora
sobre polos de ondas vencedora,
que como al gran planeta dedicada
de su rayo vital felicitada
alientos aromáticos no muda,
ni de su verde pompa se desnuda,
logrando inalterable primavera
en aura que tranquila
néctares liba, néctares distila,
a quien privilegió decreto eterno
de las injurias del rigor alterno,
sin que del tiempo ofensas desiguales
estos violar pudiesen penetrales,
ni ponzoñoso seno,
(siempre benigno ambiente)
infestar con mortífero veneno;
Noto lluvioso y su contrario enjuto
aquí no alcanza de Eolo inspirados
a formar nubes ni a esparcir nublados,
ni al agua en su materia congelada
ha visto el feliz suelo
donde cándido está el rigor del yelo,
tomo el rayo nocivo
que inflama la floresta
con la violencia del rigor estivo.
Apacible templanza
logra la amena selva,
exención verde, pompa sin mudanza,
donde manso corriente,
émulo del peligro de Narciso,
cristal en sierpes de cristal deviso,
en caudal río, en hermosura fuente,
sacro el Tempe fertiliza y riega,
cuyo dulce tributo
a ningún tronco niega,
antes comunicando eterno fruto
a las plantas felices
infunde su virtud a sus raíces.
De efímeral aliento no las flores
terminan sus olores,
que el rayo poderoso que las cría
les comunica inalterable día.
En esta selva, pues, en ésta impera
ave inmortal, emulación volante
de la deidad tonante,
en todo peregrina,
alada eternidad, Fénix divina
vencedora del tiempo y de la suerte
que se cría y renace de su muerte,
sus alas compitiendo vividoras
con las del cielo lumbres brilladoras;
pupila pues del Sol, cuando la Aurora
en fragrantes colores
acepta lo virgíneo de las flores
y las nocturnas sombras aprisiona
precursora del hijo de Latona.
Dos y dos veces al cristal engaña
cuando sus plumas baña,
y de las aguas dulces dulce liba
su líquida primicia fugitiva,
antes que su horizonte vista el nuevo
rayo que a saludarla manda Febo.
Luego levanta el vuelo que, pomposo,
elige árbol frondoso
donde su verde imperio dominando
ligera, si no leve,
el tepido del austro aliento bebe,
y del sol primitivo el fuego blando
en numerosa voz saluda cuando
el ardiente rubí, que forma el día,
asciende por su eclíptica el bizarro
flamante globo del brillante carro.
Orbe de pluma vago, orbe canoro,
émulo es claro del castalio coro
y del tracio instrumento,
que suspendió el eterno
implacable tormento
de las crüentas furias del infierno,
a quien las cuerdas del pastor ideo
ceden no menos ya que el amebeo
canto, y la ninfa un tiempo, caña agora,
como la lira que aún la selva honora
pulsada del famoso Alfesibeo.
No el conductor de lúbricos delfines
de la métrica voz el dulce canto
armonïoso es tanto,
ni en el más blando acento Filomena,
que süave tributa
por la garganta arguta
tiernas al viento y a la selva quejas,
cuando en dulce armonía
números bien que rudos articula,
es igual en dulzura
a la entre puras aves la más pura.
Ni el que nevada pluma
le dio Meandro en argentado seno,
cometa de los orbes de la espuma,
numerosas endechas desatando
compite con el número que sólo
módulo es hijo de la voz de Apolo,
donde aclamado el claro autor del día
en ceremonias cultas y canoras
de sus números cesa la armonía,
y dividiendo plazos a las horas,
en términos distintos
sus vagos itinera laberintos,
como sacerdotisa misteriosa
de aquella selva undosa,
a cuya alta noticia no se cela
cuanto al arte revela
de nigromante voz omnipotente
Proserpina obediente.
Aquí asiste inmortal ave dichosa
respondiendo al contacto de sus plumas
la sacra selva en una y otra rosa.
Aquí la flor de Apolo enamorada
con nueva pompa crece
y amando convalece
si toleró repulsas desamada,
porque ya nueva amante
a la más feliz ave
le consagra su víctima süave,
y el concurso apacible de las flores
a su planta inmortal tributa olores,
naturaleza dibujando en ellas
por sus Elisios campos
aromáticos lampos,
emulación fragrante a las estrellas,
adonde ya logrados
lustros dos veces ciento,
pájaro senescente al cuerpo lento
le permite que pida
renovación de vida.
Deja con este impulso el lugar sacro
del inmortal lavacro,
y la región sublime, a quien no puede
por exención de soberana suerte
el dominio atreverse de la muerte.
Luego a buscar a nuestro mundo viene
lo que el suyo no tiene,
de la fe conducida del misterio,
y entre pálidas sombras el imperio
de la violenta Parca,
que ni la voz olvida del villano
ni perdona los tronos del monarca.
Aquí el tardo mortal ya esparce vuelo
por menos fértil suelo
árabe, aunque su nombre es fortunado
feliz patria del Fénix renovado,
y con afecto de morir devoto
para sus pompas busca funerales
el bosque más remoto,
por morada eligiendo las triunfales
flexibles sí, mas plantas virtuales,
con quien nombre feliz también reparte
no sin industria y arte,
pues cuanto de veneno
engendra el áspid en su ardiente seno,
y de la hidra en las entrañas mora,
ni el fiero cocodrilo,
-asombro de las márgenes del Nilo-
con nociva garganta
puede empecer la vencedora planta,
donde no menos culta su infinito
acuerdo esconde el misterioso rito
de la turba volante.
Ave ya escrupulosa,
más advertida que ceremoniosa,
lugar buscando de nociva fiera
en el bosque seguro
para el acto más puro
que propiciar en dulce acento espera,
Eco, tiernos clamores ultimando,
cuyo residuo blando
en su clamor propicio
endeche el misterioso sacrificio
del proceloso albergue de los vientos,
primero que a la pura
acción se dé encomienda la clausura,
porque alterar no puedan sus alientos
la parte que es capaz deste peligro,
gloriosos impidiendo funerales
en exequias natales.
Tampoco de las nubes se confía,
antes quiere a la luz de mejor día
al común padre sin opaco velo,
por cenit suyo en el zafir del cielo.
Luego formando sepultura o nido
con el hado consiente
para que muera y nazca juntamente
pájaro de sí mismo, producido
sin distinción de sexo varïado,
que siendo hijo y padre de sí mismo
es de su propia muerte procreado.
Donde juntando de la selva rica
sustancias aromáticas aplica
dellas el todo al sacrificio justo,
y cuanto humor suave el Indo adusto,
que undoso Ganges lava,
en su codicia de esconder no acaba;
y cuanto guarda el Tiro y el Fenice
de lágrimas sabeas,
o la remota playa inunda de Cambaya,
entrega al acto pío.
Junto, pues, todo en no corriente río
de líquidas aromas,
muerte en lumbre vital se va formando,
y en flamante sepulcro, cuna ardiente,
con el impulso blando
de sus alas el fuego alimentando
la que abrasada, si no consumida,
de su postrer aliento cobra vida.
Luego abandona el moribundo pico
sobre su espolio rico,
cuyos ya miembros débiles sintiendo
se hace sus obsequias y, muriendo
en dolorosa voz débil acento,
se eterna confiada en su agonía.
Para emprender el sacro monumento
invoca la deidad que forma el día,
y con humilde canto o dulce ruego,
el mejor rayo pide al mejor fuego
instando, no que en llamas se resuelva,
mas que dellas su vida
renovando substancia a cobrar venga
forma, donde su fuerza ya perdida
el inmortal vigor que tuvo tenga
a su eterna virtud restitüida.
Ya el ambiente del aura que respira
ardiente lo animado de la pira
en plácido sosiego
erige dulce llama, blando fuego,
donde el afecto, que aún muriendo vive,
se alienta en su materia y se concibe.
Mutación es constante,
no hálito espirante,
esta muerte feliz
que en llama pura
renovación de vida se asegura.
De mil nítidas estrellas la hoguera
parece, y cuando en llamas reverbera
todo no aún bien ardido,
el símbolo glorioso
ser al breve epiciclo reducido,
cuanto en rayos dóricos la esfera
del gran orbe contiene luminoso.
En atento esplendor Lucina asiste
al plazo moribundo, al nacimiento,
celante, no invocada,
porque naturaleza coadyuvada
tenga fuerza mejor para el gran parto,
donde dudosa harto
de neutral llama pende,
que en fuego regulado
árbitra es meta luz constitüida
al confín de la muerte, al de la vida,
cuando del mismo fuego la ceniza
en la forma que altera se eterniza,
tal que ya recogidas las reliquias
su materia animada
al renacer ardiendo cobra forma;
la primera que informa
esférico es de huevo,
cuando el implume nuevo
brotando va cual rosa matutina
que aún en su verde cárcel se termina.
De sus propios despojos al fin nace
cuando del fuego al fuego convalece
y alimentado en su sustancia crece
el pájaro inmortal que, adolescente,
unir ya plumas a sus miembros siente.
Crecida al fin en nueva forma altiva
el ave siempre viva,
por material presiente
para su nutrimento
producción de elemento,
y cuanto cría el magno continente
sólo de humor celeste logra el aura,
que entre dubios crepúsculos restaura,
o las líquidas perlas en centellas
que exhalan de sus rayos las estrellas.
La parte, que no es poca,
de ceniza residua, como sacra
y de propias reliquias la venera,
hecha erario su boca
de feliz globo, de feliz esfera,
cuando consigo lleva
la propia antigua prenda el ave nueva;
el que fue monumento
mar es ya de fragancia
que inunda sin confín larga distancia,
dejando nunca exhausto
de exuberante aroma su holocausto,
o por tumba, o por cuna,
que primer móvil fue de su fortuna.
Mas ya que instinto natural le anima
a dejar nuestro clima,
cuando extranjero pájaro presiente
debida soledad, afecto ausente,
de sus flamantes plumas revestida
logrando nueva vida
abre las alas en luciente pompa
sin que el vuelo interrompa
dosel volante, cuya alada turba
a su rey conociendo
ritos le van süaves ofreciendo,
y como a prodigioso honor del viento
canoro le administran su elemento.
No ya del norte la sublime arpía,
cuyas plumas bizarras
conceden a sus garras
término breve, como breve día,
con el adunco pico,
aunque el espolio es rico,
osa poner sus armas a la presa,
ni en sus alas isleño confïado,
belígero rapaz, griego cometa,
que sus mañas y nido le dio Creta;
insidia cautelosa de las aves
de la deidad tonante,
vasallo leve, súbdito volante,
como ufano de verse dominado
del nuevo ahora Júpiter alado,
convaleciendo escrúpulos de fraude
al generoso volador aplaude.
También le sigue el pájaro africano,
que no temió su nido
de coronada fiera alto bramido,
cuando bárbaros hierros
con el humor hartaron de sus venas
de la sedienta Libia las arenas.
El émulo del viento
generoso neblí -que nacimiento
le dio quizá la nube-
que más penetra, cuando menos sube,
sirviéndole de escalas
para pisar estrellas leves alas,
cuyo ignorado nido la porfía
desmiente aun de la culta cetrería:
a la pompa sublime
de las aves egregia
respecta superior, venera regia.
El volador osado, a quien Pirene
cuna le presta en haya vividora,
si bien afectos tímidos ignora,
atiende, no perturba, el feliz vuelo
de la que es claro símbolo del cielo.
Tú, perspicaz borní, la atención tuya
cuánto mejor que a Escálafo la debes
a alas de pluma eternizadas leves,
la sublime región surcando suya,
y aun las atiendes bien sin que resista
radiante luz a penetrante vista.
La que fiera se ceba
y al intuito solar sus hijos prueba
sin que le deban fe sus propias plumas,
cuyas alas abrasa
del fuego la región cuando traspasa,
ambiciosa de rayos
de Júpiter ministra,
rapaz de Ganimedes, reina alada,
amazona del viento,
del primer elemento
por sus ardidos vuelos coronada,
en decoro admirante
es leve palio al volador triunfante.
Y de plumas héroes vaga corona
obsequio modulante, alada zona
cuando en verde esmeralda verde alfombra
admira el nuevo sol, la nueva sombra,
y el canoro nublado
de coloridas plumas informado
numeroso ornamento
de los piélagos líquidos del viento.
El gran progenitor al luminoso
trono suyo madruga,
y con rayos enjuga
alga cuanta sacó del lecho undoso,
y de perspicua lumbre se previene
cuando su nueva prole a buscar viene,
cual ya admiró su bárbara ribera
en imperial decoro
vestido tirio, manto en ondas de oro,
parto rey dominando mixta turba,
cuya soberbia pompa
no la mueve o perturba
concurso militar, sonora trompa,
hecha diadema ardiente
de corusco metal zona a su frente,
cuando soberbio su animal guerrero,
supeditando el llano,
el oro, que lo enfrena, vuelto cano,
varias reciba leyes, aunque fiero,
de la mano imperiosa,
bestia al fin generosa,
por entre sus armados escuadrones,
cuando en los rayos de sus armas mira
ministros poderosos de su ira,
donde como a deidad no se le atreve
sino el aplauso de admirante plebe;
tal el honor logrando renacido
ave que tuvo en el sepulcro nido,
vital restauro en túmulo aparente
y en apócrifo llanto
feliz origen de su eterno canto,
a quien dio su doloso monumento
cama flamante, ardido nacimiento,
pomposa ahora en su inmortal decoro
nuevas al sol esparce plumas de oro.
De la canora alada
gente, en rústicos himnos aclamada,
purpúreo ostenta manto blanco pecho,
cuya cerviz, cuyo sacado cuello
afrenta son del feminil cabello
que en fluctuantes hebras resplandece
cuando piélagos de oro el viento crece.
Las plumas de sus alas
en el celoso manto soberano
Iris vaga imitar pretende en vano.
Los ojos por su luz no bien distintos
animados jacintos
brillan, cual superando
verde mapa descripto de colores
la diosa de las flores
en su dominio blando.
El corvo pico en perfección suprema
afrenta es de la gema
que entre el árbol ganchoso de Neptuno,
líquido nutrimento
le dio la sal del húmido elemento.
En corona luciente
ciñe terso esplendor, sublime frente,
de pompas esparcidas
por eternos pinceles coloridas;
sus vitales colunas soberanas
en su movible máquina más fijas
son regulada afrenta a las prolijas
corintias o toscanas
que en la más culta parte
de rebelde materia formó el arte,
donde el orbe animado se sustenta
cuando el árbol florece en que se asienta.
No se esconde lo rubro de las manos
entre celajes de sus plumas vanos,
antes con tirio lustre
perfeccionó su objeto
el inmortal sujeto
de sublime región lisonja ilustre.
El pavón a su pompa no semeja
cuando de encina vieja
frondosos ramos dilatados cubre
con los despojos de Argos que descubre,
o cuando más bizarro
de celosa deidad conduce el carro.
Excede su grandeza al africano
de las aves gigante,
si fiera alada no, animal volante.
Ave no bien creída
tanta pluma gentil, tanto ornamento,
que blanda pompa esparce al blando viento;
mas no tarda como él, arduo su vuelo
pisa las nubes y se atreve al cielo;
sólo rayo que saca
más alma luz de nube más opaca,
o rápida cometa
veloz palma le niega
cuando golfos diáfanos navega.
Ciudad antigua tuvo ya el Egito
que erigió al sol, en su celante rito,
aras opimas y sublime templo,
con bien acepto de piedad ejemplo,
en dóricas colunas
que monte dio tebano
a buril acerado, a culta mano,
donde como a votivo sacrificio
conduce el globo en reverente oficio.
De las que ya juntó cenizas, luego,
en holocausto puro encomendado
al altar y aceptado
emprende las reliquias sacro fuego,
el despojo inundante
es del más puro nardo pululante,
mixto amomo y acanto,
que antigua ceremonia estimó tanto.
Y cuanto las hermanas
han llorado frondosas,
verde pompa de márgenes undosas,
y en el fuego la mirra, que tranquila
en lagrimosos rayos se distila
de generoso incienso,
inundación feliz que en mar inmenso
incorpóreo al contacto
del globo licuefacto,
viva fragancia exhala en humo denso,
cuya materia superada sube
en humo sacro, en adorante nube.
Cuando el glorioso aliento de la pira
aromáticos hálitos respira,
del pájaro inmortal porción ardiente,
ni en el fuego se extingue
que su holocausto pingüe
de incorruptible humor baña el ambiente
tal, que en globos de luz y ondas de lampos
lagos prospera de pelusios campos,
de quien el Ganges, y el Hidaspe rico
de la gran madre los profundos senos
no menos ven que los de Arabia llenos.
Este prodigio el Nilo venerando
en mármol y en metal le informó, cuando
percibir pudo claro
la sacra efigie del volante raro,
la inscripción indicando,
o misteriosa o pía,
quien vino, lo que trujo, y en qué día.
¡Oh fortunado pájaro celeste,
progenitor ilustre de ti mismo,
no menos heredero que heredado,
sacro alimento, sacro alimentado,
feliz supuesto de feliz constancia,
que de varios influjos ya seguro
como parte de cielo siempre puro,
accidentes no alteran tu sustancia
exenta de que Venus en amplejos
recíprocos juntando varios sexos
con delicias comunes te corrompa!
¡Oh ave no alterada
sino en lícito honor: siempre lograda;
alma del tiempo, fe de las edades,
residuo verdadero
del mejor siglo, del candor primero!
Tú, pues, que con caracteres iguales
verificas anales,
sagrado archivo,
último y primero
de lo que pierde el tiempo, vence el hado,
donde guarda la fama originado
cuanto con voz articuló de acero,
y sublime este piélago de engaños
con velas de virtud propio navegas,
y en eterna exención dominio niegas
a la serie inmutable de los años
pues te conservas para siempre pura,
ilesa de mudanzas,
fabricando tú misma tu ventura,
porque jamás a tus umbrales osa
impulso vario de voluble diosa,
antes los fueros, que en tus senos viven,
decretos inmortales no rescriben,
supuesto claro de inmutable esencia,
por dictamen de eterna providencia,
única reservada
de violenta segur, de Parca airada;
logra, símbolo egregio,
de tu inmortalidad el privilegio,
digno de rito culto en sacro templo,
pues nos enseña a mejor luz tu ejemplo.
¡Oh ave para siempre renacida
que del sepulcro ascenso a eterna vida
alcanzarán las almas
vistiendo luz de incorruptibles palmas!
- Rechtsinhaber*in
- Antonio Rojas Castro
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